Rompió el público en aplausos, algunos de pie, otros aun riendo a carcajadas tras las locas ocurrencias de aquel bufón disparatado que ahora solo saludaba, mientras se perdía detrás del telón… y mientras el maestro de ceremonias anunciaba la siguiente atracción de aquel circo ambulante, allá, en un camerino oscuro y lleno de recuerdos, el payaso se quitaba su ilusa máscara mentirosa y se quebraba en llanto.
He escuchado alguna vez, que todos somos tres personas en una: una es la que todos ven, la segunda es la que nosotros mismos creemos ser y la última, la que realmente somos.
No sé si esto tenga algo de verdad.
Pero de una cosa estoy seguro, todos cargamos alguna cruz más o menos pesada, que intentamos ocultar y nos acompaña hasta el fin de nuestros días.