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Nunca supe otro nombre o apellido de esta viejecita que casi nadie recuerda en el pueblo. Por lo menos nadie de las personas con las que comparto mis inquietudes de estas reminiscencias de Chipaque. En mis recuerdos infantiles está vestida siempre de negro, tal vez el mismo vestido siempre, alpargatas y un chal viejo sobre los hombros.

En la distancia de los años me es difícil calcular su edad pero supongo que unos setenta años o tal vez mas; de cabello negro recogido en una trenza enrollada detrás del cráneo como se usaba en el momento, de corta estatura y ancestros indígenas que se adivinaban por sus rasgos. La describo para contar la historia que me hace recordarla.

 

Debía tener un grado de demencia senil o de locura porque sus reacciones nos hacían reir a los chinos hijuemadres que golpeábamos la puerta de su casa como si la fuéramos a tumbar y gritábamos ¡SECUNDINA, SECUNDINA muéstrenos la cara! Y la anciana salía a la mitad de la calle, se levantaba la falda hasta la cabeza y nos gritaba: ¡mirá tu cara chino hijueputa!... y lo que más gracioso nos parecía era que nunca se ponía calzones. 

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