Tan interminable y grande es Azul que puede asemejarse a todo lo que cubre los primeros pasos lejanos y misteriosos del tiempo,
¿A dónde se habrá llevado las emociones nunca dichas? ¿Las lágrimas retenidas? ¿Los silencios despedazados? ¿La condena de reír asustado?
...
Nada, no miro nada, no encuentro nada, ni siquiera lo que he alcanzado a vivir bajo el subsuelo de la resignación.
Entonces me pregunto si es demasiado grande la vida siniestra del tiempo porque a más de una simple vista no se ve nada, ni la lluvia ni la desilusión, ni los recuerdos, ni los amores de cartas en blanco, ni yo murmurando “te amo”, ni yo infante solitario,
hasta la oscuridad está incompleta.
Las nubes en su resumida lejanía hacen que mi soledad sea vasta para que me dure al menos un par de lustros, y Azul me tenga siempre frente a él mirándolo y preguntándole por qué es tan abstracto aun logrando entender mi tristeza, aun soñando con ser libre más de lo que es y yo tenga que sonreírle, cada vez que escuche a los demás decir que los niños nunca juegan a contarse secretos en un escondite y luego sentir.
Sabes Azul, que cuando te mueres por instantes yo quisiera en este destierro cruel y sencillo que mis palabras atravesaran puertas, resquicios, cortinas y ventanas para que se evaporaran en el aire y fueran mi propio cielo despejado; y también quisiera que los paradigmas de este dolor al fin provocado sin querer se hicieran aliados del tiempo y que éste les diera posada en sus templos siniestros, donde nunca miran adelante, donde todos se amañan al veneno azucarado del olvido, para que me duela un poco menos al respirar esta vida.
Es amargo entender que Tiempo y Azul dignifican tanta desolación al maximizar motivos y verdades que me han colocado rejas en puertas y ventanas; y es que hiere tomar el aliento de cada mañana porque frente a ellos he perdido más que todo, llegando a la conclusión de que yo para esto di mi aprobación dándome cuenta desde mucho antes.
¡Y yo culpando al que estaba dentro del espejo!
