Abrí mi ventana
para observar tu regreso.
Limpié mi casa,
la dejé reluciente
para que tu alma
bailara de alegría en ella.
También fui al manicurista
y vi mis dedos limpios, sanos,
dispuestos a descubrir
otra y por enésima vez
todos los pliegues de tu cuerpo
-como en el pasado lo han hecho mis labios-.
Volví a la ventana
y estuve apostado allí
unos mil días
esperando tu regreso.
Como no he vuelto a saber de tí
decidí cantarle al cielo,
al espacio azul
y sus estrellas,
a la incansable labor de las abejas.
En fin,
a todo lo que me hiciera
olvidar tu nombre.
JOHN JAIRO VERA