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Amigo; sé que existes, pero ignoro tu nombre.

No lo he sabido nunca ni lo quiero saber.

Pero te llamo amigo

para hablar de hombre a hombre,

que es el único modo de hablar de una mujer.

 

Esa mujer es tuya, pero también es mía.

Si es más mía que tuya, lo saben ella y Dios.

Solo sé que hoy me quiere como ayer te quería,

aunque quizá mañana nos olvide a los dos.

 

Ya ves; ahora es de noche, yo te llamo mi amigo;

yo, que aprendí a estar solo para quererla más;

y ella, en tu propia almohada, tal vez sueña

conmigo; y tú,  que no lo sabes, no la despertarás.

 

¡Qué importa lo que sueña!.  Déjala así, dormida.

Yo seré como un sueño sin mañana ni ayer.

Y ella irá de tu brazo para toda la vida,

y abrirá las ventanas en el atardecer.

Quédate tú con ella.  Yo seguiré el camino.

 

Ya es tarde, tengo prisa, y aún hay mucho que andar;

y nunca rompo el vaso donde bebí un buen vino,

ni siembro nada, nunca, cuando voy hacia el mar.

 

Y pasarán los años favorables o adversos,

y nacerán las rosas que nacen porque sí;

y acaso tú, algún día, leerás estos versos,

sin saber que los hice por ella y para ti…

 

José Ángel Buesa

Cuba

Lo mejor de la poesía hispanoamericana

 

 

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