Y no es por culpa del terrorismo.
El hombre ha olvidado el amor,
Y está sumido en hedonismo.
La suerte está echada hace rato,
Por buscar placeres que no existen.
Por traicionar todo lo sagrado,
Convirtiendo en sagrado lo que viste.
Pero no importa que esto se diga,
Ya no le importa la opinión de otros.
Porque el hombre vendió su propia vida,
En cuotas, para nivelar los costos.
Destrozando todo en el intento.
Más nunca pudo alcanzar su meta,
Y eso lo empujó a un invento.
Creó una cosa llamada Internet,
Dizque para poder estar más cerca.
Y ahora una caja es su ser.
Y así su alma se ha puesto terca.
Y dice a sí misma: ¡Eso es,
La cúspide de toda la esencia!
Poder hacer de todo en la red,
Y no tocar su propia conciencia.
Porque ahora en ese lugar,
Que tan sólo simula realidades,
El hombre logró justificar,
La compra y la venta de verdades.
Y engañado por esta verdad,
El hombre sigue pegado a la caja.
Convirtiendo fantasía en realidad,
Sin lograr enriquecer su alma.
La soledad de tanta atención,
Lo único que fuerza es el deseo.
Que hoy en día prima al amor,
Mostrando lo feo como bello.
Y ello justifica el matar,
Ya que en la pantalla no se siente.
Pero que eso no ocurra en realidad,
Porque la muerte sigue siendo muerte.
Y para qué sentir si hay Internet.
Si él lo siente todo por nosotros.
Es más, puede hacer lo que no sé,
Por ello al hombre tiene de hinojos.
Y se le llama fuente de información,
Ya que estando aquí, estoy en China,
Y desde China llego a París,
En un milisegundo de mi vida.
Y ahora que estuve yo ahí,
De qué me ha servido el recorrido,
De nada que influya el porvenir,
De nada que disfrute mi sentido.
Lo único que hice fue perder,
Unos cuantos segundos de mi vida,
Pero igual, sigo sin entender,
Ni mi país, ni Francia, menos China.
Así que salto yo a otro lugar,
Aquel que me habla de la moda,
Pero no veo moda, sino altar,
En el que el cerebro me embotan.
Seguidamente viajo a los juegos,
Que supuestamente me educan,
Pero lo que encuentro yo, es miedo:
Los monstruos y la sangre mi inundan.
Y los nombrecitos que les dan:
Que Diablo, que Mefisto, que la Guerra.
Y ahí es que yo veo a Satanás,
Usurpando a un niño la conciencia.
Así que entonces huyo de ahí,
Y escribo “belleza” en Altavista.
Me salen cuerpos por doquier,
Muchos ofreciendo masoquismo.
Entonces yo escribo “escritor”,
Y encuentro cantidades de lugares,
Donde se manifiestan con dolor,
De las anteriores realidades.
Así que entonces salgo de ahí,
Necesito hallar paz para mi alma.
Y escribo “Dios”, para poder vivir,
Tratando en Él hallar la calma.
Y entonces, para mi horror,
La pantalla se llena de lugares,
Donde me Lo ofrecen a color,
Y en versiones que incluyen animales.
Y fuera de eso, para confundir,
Los que se han denominado intelectuales,
Analizan de Dios el porvenir,
Pensando que son divinidades.
Y juran que saben el proceder,
De Jesucristo, de Alá, de Buda.
Y el fin del mundo tratan entender,
Sin explicar finalidad alguna.
Y aquellos que no saben qué creer,
Comienzan a hacerles donaciones,
Y a cada rato cambian de parecer,
Cambiando de templos como ratones.
Y aquellos que predican “la verdad”,
Se embolsillan esas donaciones,
Y después se ponen a comprar,
A otros intelectuales oraciones.
Horrorizado salgo de ahí,
Y miro idiotizado la pantalla,
Ya que navegando no entendí,
Cuando es que mi alma no es salva.
Y eso sin contar que ahora yo,
Que antes pensaba que estaba,
En paz con Dios y sabía quién soy yo,
Y ahora, inquieta está mi alma.
Apago el maldito ordenador,
Asustado por todo lo que he visto,
Babel a mí me está eclipsando el Sol,
Computador igual Babel, insisto.
Así que no se asombren del terror,
Tampoco culpen al pobre terrorismo,
El hombre ha olvidado el amor,
Y se ha sumido en hedonismo.
Y se ha creído más que Dios,
Incluso cree que al Diablo ha superado,
El hombre ha olvidado que el amor,
Para ser amor, debe ser dado.
Viernes, Noviembre 3 de 2006