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Para las vacaciones de fin de año; el suplicio empieza en muchas playas del mundo a donde  los turistas acuden a granel, para liberarse del estrés de sus vidas cotidianas cerca del mar.

El año pasado, la pase bien, en muchos aspectos en  la ciudad heroica de “Cartagena de Indias” y más cuando caminaba en bermudas desprevenido entre la algarabía de los turistas, policías y vendedores ambulantes de las playas populares llamadas: “Marbella” y “La Boquilla” a pocos metros de las antiguas murallas de la vieja ciudad.

Todo me era complaciente, pero más lo fue, cuando delante de sí  en esta área remota de palmeras, sillas, parasoles y pequeños lugares para comer, beber y bailar; exhortado miraba tirados boca abajo; sobre el pristino eco sistema de arena blanca, trizas de conchas y corales; cuerpo a arena: uno, dos, diez, que se yo, más de cincuenta; los “culos” de hermosas mujeres expuestos al sol; apenas cubiertos con sus diminutos bikinis sexis como protección.

El deleite de la pupila que ofrecia esta visión al aire libre era fascinante. El mar convertido en olas; llegaba picado a la playa atestada de bañistas; una detrás de la otra, cerca del medio dia. Todo este panorama, para mi, fue un cimarrón de sentimientos encontrados.

“Dios mío”,  me dije en silencio, “aparta de mi este cáliz de tentación y sarta de malos pensamientos”. Dame el previlegio  de convertir con lucidez toda esta punzante virtud de testimonio de actos humanos de vida, combinados con la naturaleza; de mujeres bellas, sol, mar y playa; en musas. Este estado de subversión emocional de jubilo metafórico; la propia manera de concebir y acotar la realidad del pensamiento magico para escribir poesía.

 

Mamá ¿que es cola?

Hijo, en los animales

se llama rabo

ese hopo. Nalgas o,

trasero en las personas.

Vaya arrebatos

donde la espalda pierde

su recio nombre…

Las nalgas femeninas,

o, simplemente el culo,

son famélicas o, orondas,

cuando la mujer las expone.

Las hay grandiosas,

chicas, firmes y blandas

como dos hemisferios;

de cacheteros

redondos y garbosos,

meciéndose al andar.

En el animal,

este apéndice

carnoso y plegadizo

pende en el extremo

de su trasero;

como un remo peludo,

con movimiento propio:

arriba, abajo o, a los lados.

El dogo,

cuando ve, al amo

acercarse;

emperifolla la cola.

Dócil, la bate,

para expresarle

su ánimo o, decaimiento

y otros incites

instintivos emociales.

¡Esta juntura!

Tambien,

Lucifer, la despliega

en el averno.

La consiguió  de Dios,

como castigo;

cuando era querubín,

debido a su pecado

de sedición.

¡Entonces!

Indagó el niño,

a su mamá.

¿El hombre,

lucio entre sus piernas

una bella cola,

por qué, la perdió,

con el tiempo?.

¡He ahí, el misterio!

respondió la madre.

Hace muchos años,

Dios, en su saber profundo;

quiso distar de ésta, al mortal.

Tal vez por eso

decidió dejarlo así,

como es hoy, sin cola;

y con ello, enseñarnos

que, el bien sopesaría

sobre el mal,

para venia de su obra.

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