(Película con Anthony Hopkins)
Llora conmovido,
la muerte de su amada.
Él, que siempre fue
sólido y brillante,
tanto en su espíritu,
como en sus argumentos.
Él, que siempre sentenció:
“que el dolor es el
megáfono de Dios, para
un mundo sordo”; hoy comprende
que la experiencia del dolor
es devastadora; impotente
se le escucha vociferar:
“quizá amamos para no
sentirnos solos”; “quizá
Dios no quiere que seamos
felices, solo que amemos”.
Envejecido, su mirada y su
solidez, se han fracturado;
sabe que ya no tiene todas
las respuestas, que ya no
es el mismo; es consciente
de su propia soledad y
fragilidad: es felizmente
sombrío, hasta cuando
vuelva a vivir el amor
Namid A
(junio 30 de 2.009)