Sin hacer menosprecio de las amigas que la vida nos dio,
hago un descanso para lamentar en mis palabras tu pena;
porque hace poco borbotó una vez más de tu tranquilidad
y porque fue ella quien te hirió con su tajo inmisericorde.
La detesto por hacerte daño sin antes pensar en tu emoción,
la justifico por su frialdad frente a las esperanzas ilusas;
pero la condeno por la carencia de empatía al barullarte
mientras pisaba con sus palabras las que tú pusiste sobre ella.
Y es que tú eres mi hermano de penas desde siempre vida,
mi compañero inexperto en sensaciones nobles como yo,
mi amigo de ensamblaje de mutuas fantasías soñadoras,
mi colega de frustraciones congeladas bajo la calma espiritual.
Nos tropezamos como tontos muchas veces al volar sin rumbo,
esperando caer en los brazos de una mujer que nos quiera,
que nos quiera como muchas veces las queremos a ellas,
aun sabiendo que vivimos en la esfera de nuestra ingenuidad.
Y cada vez que caemos al despertar del sonido de su candil,
donde nuestra pitonisa se convierte en nuestra bruja,
con la misma magia pero de diferente esencia direccional,
siempre volvemos la mirada para juntos sonreírnos y caminar.
Y es que nos reímos siempre porque siempre estamos ahí,
porque así ella se nos vuelva una cruda realidad mundana,
seguimos nosotros en la nube egregia que nos hizo amigos,
capaces de ver el mundo con ojos distintos de los mortales.
Lamentando mucho el capítulo que te tocase vivir ahora,
aquella dureza sin razón que yo también viví una vez,
te sonrío con una copa para que tú también lo hagas,
y presiones esa herida hasta arrojar la pus de su nombre.
Porque una mujer puede ser el ser más noble de la tierra:
Mientras expanda su espíritu a través de sus emociones,
mientras alimente su cultura con el canal de su empatía
y le sonría a ese mundo que no la comprende o idealiza.
Pero la niña que dejó su carisma por el poder del veneno,
ella no merece ni la mirada de tu dolida resignación.
Porque al decirte odio con esas cuatro letras completas
faltó al compromiso de la amistad que dijo tener una vez.
Y si quiso destrozarte de un piquete como una avispa sedienta,
date por muerto para ella y cauteriza el estigma de su inmadurez
con el calor de esa ilusión que le diste y que nadie le dará jamás.
(Del Poemario: Empatía)