La luz apagada… ¡espero tu llegada!
de pronto el ruido… la puerta se abre…
¡mis sentidos se encienden!,
escucho tus pasos…¡mi ser entero vibra
al unísono de tu cercanía!
ya mi cuerpo adivina tus manos recorriéndolo
… tus labios besándolo…
en la humedad de mi deseo.
Esos labios tan suaves, tan tiernos
y a la vez tan sabios que saben
donde está el punto de mi pasión.
Esas tan suaves antes y delicadas manos
que hoy por el paso del tiempo
y el trabajo, son fuertes y toscas
para forjar el hierro y la madera,
…pero que en mi cuerpo
se vuelven tan suaves,
como delicados pétalos acariciando la seda de mi piel.
Y tu cuerpo me trastorna
al sentir tú fuerza, creada en ese momento,
solo para transportarme
a ese dulce páramo del amor.
Me hiciste sentir sublime,
me llevaste a la gloria del amor,
me mostraste una senda para mi desconocida,
en la que siempre me acompaña la ilusión.
Hoy con tanto tiempo ya pasado
te sigo esperando con esa pasión,
madura, renovada en cada beso,
en cada caricia y con la misma turbación.
Ana María Moreno Pérez.