Sonrisas de diminutas palomas diáfanas
envuelven lo que siempre será el lar de las almas,
un sinfín de escondites esplendorosos
donde se anida la infatigable fe solar.
Multitud de usos y desusos,
de estrellas blandas
lloviendo a las pupilas,
terrones implacablemente embadurnados,
astillando las imperecederas lágrimas.
Cantares que se tornan violáceos edemas,
contra el nácar de voces algodonadas.
Membrana que resume lo real,
brillo que opaca lo falaz,
ínfimos trozos de luz,
piel diamantina que sólo el tiempo escama,
cuerdas vocales engendrando paz.
Pálpitos estruendosos, netos, intrépidos
escarmentando lo prohibido.
Pulpa de vida,
vibras de arcadia,
arcadia hecha niño,
niño, etapa del sabio,
sabio, que extrae la pulpa
y la vibra en arcadia de niño.