En un universo mágico
cuyo nombre no se pronuncia,
hay un lago que esconde
en sus negras aguas
el recuerdo de una víctima mortal.
Los árboles desvestidos, desválidos
ante el colérico y gélido viento,
lloran iniciando un baile macabro
en recuerdo de una víctima sacrificada.
Solo un suelo agreste malvive,
en ese colosal infierno dantesco,
y algún matorral carente de alma
se resiste a morir eternamente.
Unos montículos de piedra, esparcidos al azar,
señalan un lugar al pie del inmenso lago,
turbio por su oscuro e insondable pasado.
La montaña corrompida se percibe majestuosa
tratando de ocultar el secretismo del lago,
pero este queda reflejado en el agua;
y montículos de piedra sobresalen
del fangoso receptáculo
enseñando la vergüenza del depredador.
La nieve reptando sinuosamente
va buscando, y alcanzando la fatídica señal,
apropiándose del enlutado secreto.
Y el cielo azul observa imperturbable
la grandiosidad del universo mortal.