Recuerdo el último beso y es como un invierno sin sábanas, como una mañana fría sin una taza de café y una noche helada sin un chocolate caliente, y recuerdo la última caricia y es como el verano sin brisa, como cuando el sol inicia a nacer, y luego, poco a poco calienta tanto que arde y desespera, un verano tan intenso que el agua se hace escasa, porque poco a poco se secan los ríos y la sed se crece tanto que se vuelve asfixiante y desgarradora; así mismo me dejas tú el corazón con tu partida, así como en verano, así se va secando poco a poco cada parte de mí y así mi sed por ti es cada vez más grande, tanto que desespera y ahoga, mis ojos lloran y así como en invierno, mis lágrimas parecen una incesante lluvia y queman tal como quema un hielo cuando por mucho tiempo lo tocas, y yo ahí, sin tener como cubrirme cuando hace frío, ni como refrescarme cuando el calor inmenso se hace, ¿y cómo hacerlo? Si era tú quien colocaba estable y equitativa mi vida, tú eras mi abrigo en el invierno y la ventana que se abría para refrescarme cuando el verano muy intenso se hacía, tú eras calor para mis días helados y el frío para mis días calurosos, y es que sin ti me falta todo y ya no tengo nada; sólo estoy yo, en medio de todo, sola, viéndote en cada paso que doy y en cada rincón de las calles, creyendo verte donde tú no estás, y al abrir los ojos, eres arena y te desvaneces y vuelvo yo, a estar sola, sin ti, sin tu amor… triste y vacía.