Tenía fama de duro, de no tener corazón o, en caso de que lo tuviera, sería de madera, de roca o de acero; tanto era su reciedumbre. Parecía que no lo conmovía nada y que las emociones humanas estaban lejísimos de su sensibilidad.
Es difícil hacerse una idea del carácter de este hombre así nada más con lo que dije antes; para comprender mejor su recia catadura hay que contar alguna anécdota.
Uno de sus amigos de la infancia, luego de años de ausencia, regresó al pueblo y se encontró con Macedonio, que así se llamaba mi personaje. Como ocurre en estos casos, después de los saludos tradicionales, y sin conocer de su fama, comenzó con las preguntas de rigor en estos encuentros:
- ¿Cómo sigue su mamá?
- La vieja murió la semana pasada.
- ¡Cuánto lo siento!
- No lo sienta, ya era hora, además de anciana tenía un cáncer que la tenía en cama, afortunadamente pasó a mejor vida.
- Y, su papá, ¿Qué es de su vida?
- Ese man dejó de joder el año pasado; ya era un fastidio para todos con su tos de tuberculoso , por fortuna falleció
- Cuénteme de sus hermanos.
- Pues nada nuevo, el mayor sigue con su alcoholismo, cada vez que maneja se estrella contra el mundo y amanece en la cárcel, la mujer lo abandonó hace tres años y se llevó a los niños, bien merecido lo tenía.
- ¡Hombre, que problema, de veras lo siento!
- Ya le dije que no lo sienta, cada uno se busca sus propios problemas, allá él si no los arregla.
- ¿Y… su esposa?
- Empeora pero muy lentamente.
- ¿Está enferma?
- Por supuesto, desde hace más de un año y no sé que espera para morirse, ya vendí todo lo que teníamos y me endeudé en el banco, ojalá estire pronto la pata.
- No diga eso, es una buena mujer.
- Mire mi hermano, lo que no sirve que no estorbe y si se muere la entierro y punto.
- ¿Y su abuelita, todavía vive?
- Si, no se quiere ir de este mundo, confiando en Dios de esta semana no pasa.
- Usted me asombra, ¿es que no tiene sentimientos?
Al preguntarle esto la fisonomía del hombre cambió, las facciones de su rostro tomaron una expresión diferente y sus ojos se humedecieron. Una expresión de ternura se extendió por la faz de este ser insensible. Suspiró con ternura y le confesó a su amigo:
- Es que mi perrito se quebró una patica y lleva tres días sin poder correr.