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Cuando Dios terminó de moldear la anatomía del hombre se dio cuenta de que no bastaba con darle un cuerpo, por más perfecto que éste resultara. Por eso, lo dotó de alma y corazón. Más en el momento en que Adán y Eva fueron expulsados del paraíso supo que no podría dejar solo al ser humano, entonces asignó un Ángel de la Guarda para cuidar su alma y así preservar el espíritu de cada uno de sus hijos. Sin embargo, estaba consciente de que lo más importante en la existencia del hombre es el amor, no por nada a lo largo de la historia de la humanidad su mandato ha sido “Amaos los unos a los otros”. Pero en ese intento por encontrar el amor, invariablemente el corazón salía dañado y a veces era tanto el dolor y el sufrimiento ocasionado que ya no había manera de reparar el quebranto.

De pronto el corazón dominó al hombre, se requería de su buen funcionamiento para que éste se sintiera contento, productivo, saludable y con muchas ganas de vivir. Dios observó esto y pensó en la necesidad de asignarle un custodio al corazón también, sin embargo, tan delicada tarea no podía quedar en manos de cualquier ser, debía ser alguien especial, con características muy especificas…pero ¿Quién?

En tanto el Señor estaba ocupado en estas cavilaciones, en el cielo todas las almas estaban de cabeza gracias a un angelito alegre y jacarandoso que solía hacer de las suyas en todas partes, pero las cosas llegaron a su límite cuando este personaje decidió que todo allá arriba era muy aburrido con esas nubes siempre blancas y el firmamento eternamente azul, así que se las ingenió para entrar al taller del Creador, sacó de él sin que nadie se diera cuenta diversos frascos de pinturas, las plumas de sus alas fueron todo lo que necesitó para realizar su gran obra y se puso a trabajar.

En un santiamén aquel torbellino convirtió la pureza nívea de las nubes en algo muy parecido a los esponjosos y coloridos algodones de azúcar que hacían la delicia de los niños en la tierra, el azul del cielo antes tranquilizador y armonioso se convirtió en el lienzo de un creativo pintor surrealista. En todas partes había color. Nadie lo negaba, aquello era bonito pero…diferente. Ya no había nada de esa calma que tranquilizaba a las almas nuevas cuando arribaban al cielo después de la dolorosa separación de los cuerpos en la tierra. Lo peor fue cuando San Pedro se dio cuenta de que sus largas barbas blancas ahora lucían sendos lunares amarillos, morados, rojos y hasta rosados.

-¿Pero quien…? –Comenzó a gritar enfurecido cuando descubrió al decorador absorto dibujando peces en la túnica de un ángel con tanta delicadeza que la víctima, totalmente concentrada en la música que salía de su arpa, ni cuenta se daba de que estaba sufriendo tal transformación de imagen.

San Pedro llevó de un ala al travieso ángel frente a Dios exigiendo un castigo ejemplar para él. En cuanto el Señor miró las barbas de San Pedro se rió a carcajadas estimulando la furia del Santo hasta que con gran seriedad le dijo:

-Pedro, creo que el escarmentado  debes ser tú. En mi reino no hay cabida para enojos ni venganzas ¿Por qué razón habría yo de castigar a este ángel? Su intención jamás fue la de hacer daño, él solo quería hacernos la estancia más divertida a todos y por mi parte lo ha conseguido

San Pedro bajó la mirada arrepentido por su mal humor en tanto que el ángel pintor permanecía en silencio y temeroso de las palabras del Señor, Éste, adivinando su pesadumbre lo animó haciéndole sentir un abrazo y lo invitó a sentarse a su vera.

-Me siento mal porque jamás había prestado atención a tu entusiasmo –Le dijo -Son tantos los hombres, las almas y los ángeles que tengo que cuidar que pierdo de vista lo verdaderamente importante y tú eres alguien muy valioso. Necesito de tu ayuda:

“Solamente alguien con tu sensibilidad y carisma puede ser capaz de velar por el corazón de los hombres y ayudarlos a preservar sus sentimientos más puros a pesar de las decepciones que conlleva la vida diaria. Tienes la fuerza necesaria para sostenerlos en medio de la tristeza, para evitar que su corazón se rompa reforzando con palabras dulces las cuarteadoras y pegando con  ternura y compasión los pedazos desprendidos. Cuidadosa y pacientemente debes hacer que las heridas cicatricen, abrazarlos en esas largas noches en las que las lágrimas son el único compañero que poseen para susurrarles al oído palabras de aliento y fortalecerlos. Será tu responsabilidad que el corazón de cada uno conserve su esencia original a pesar de las pruebas del destino, por ello es importante que te des a conocer para que los seres humanos puedan hablarte de sus sentimientos, acercarse a ti, permitir que los sostengas...Desde hoy serás EL ÁNGEL DEL CORAZÓN”

Y los corazones de todos los seres humanos se sintieron agradecidos…

Elena Ortiz Muñiz

 

 

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