Sin pensárselo dos veces se levantó tan rápido como su estado le permitió y se abalanzó hacia su querida hija. Quería abrazarla, sentirla, comprobar que aquello no era una cruel visión. La llamó dando gritos, pero la niña pequeña no hizo síntomas de escucharle ya que siguió con la misma postura. De espaldas con el muñeco de trapo colgando de una mano.
Cuando llegó a donde ella estaba, la giró con la violencia propia de la desesperación. Era real, y era Emily. La niña lo miró con una extraña sonrisa en su cara y se abrazó a él. Gregory le devolvió el abrazo apretándola contra su cuerpo con todas sus fuerzas. No supo saber cuanto tiempo permanecieron en aquella postura, pero debió ser una eternidad. Cuando apartó de su pecho a Emily para poder besarla, le inundó el pánico y se apoderó de él una sensación de absoluta desesperación.
“sssississisissss Recuerda sssissssisssisss” Emily estaba destrozada, llena de sangre. La niña no era más que un saco deforme de huesos y carne muerta.
De nuevo Gregory estaba empapado de sangre. Volvió a recordar. Aquella situación ya la había vivido. Él de rodillas, lleno de sangre y el cuerpo de su hija maltrecho en sus brazos. “sssississisissss Recuerda sssissssisssisss Recuerda sssisisissisiss” La sangre corría del cuerpo de Emily y se extendía por todo el suelo hasta llegar al estúpido muñeco de trapo que estaba caído a corta distancia de la niña. El odio por aquel estúpido payaso de trapo aumentó. Pagaría con él toda su frustración estaba dispuesto a despedazarlo. Pero cuando se acercó. Aquel muñeco, cobró vida. Su rostro mutó, convirtiéndose en el horroroso rostro que debe de tener la muerte.
Aquella aberración se enfrentó a Gregory hablando con la familiar voz que escuchaba en su cabeza –sssisisissississs Tu la mataste sssissisississ Debe obtener justicia sssisisisisisisss La mataste sssisisisisisisis La mataste sssisisisssissss
Entonces todo quedó claro en su cabeza, comprendió que aquel engendro tenía razón. Él tenía razón, la había matado. Pitidos y sonidos de respiración artificial invadían la sala. Gregory entubado estaba rodeado de médicos y enfermeros frenéticos moviéndose de un lado a otro de la habitación.
–Su situación es crítica, pero parece que está reaccionando doctor, puede que lo traigamos de vuelta.
–Si, aunque creo que está luchando contra nosotros no creo que quiera vivir, tengo la sensación de que se ha rendido.
El doctor hablaba con conocimiento de causa. No era la primera vez que veía a su paciente. Apenas hacía un par de semanas había atendido a dos las victimas de un accidente de tráfico. Una de ellas, era una niña que había salido disparada del vehículo por no llevar puesto el cinturón de seguridad. Murió en el acto. El conductor era el paciente que atendían ahora de un intento de suicidio. El día del accidente tuvieron que arrancarle literalmente a su hija de sus brazos. Estaba en estado de shock y no paraba de repetir que había matado a su hija.
–Creo que lo estamos trayendo de vuelta–. Dijo el enfermero.
Las constantes vitales parecían normalizadas, los pitidos sonaron menos alterados y mas uniformes, el respirador seguía haciendo su función de forma rítmica, con su característico sonido: sssissssississs … ssssisisisssisisss.
Mientras en el extraño mundo comatoso de Gregory todo parecía haber mutado. Mejorado de algún modo. Ya no tenía tanto miedo, el paisaje había sido cambiado. Ya no estaba en aquel maldito desierto sino en un paisaje mucho más amable y familiar. Se encontraban en Central Park y Emily corría y sonreía. Una vez se hubo alejado lo suficiente gritó te quiero papá. Mientras le decía adiós con la mano.