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El día amaneció gris, el cielo encapotado de nubes de tormenta es un presagio de un día lluvioso y frío. Es casi verano, pero en ésta ciudad de los andes, cuando las montañas se engalanan aunque sea con un poco de nieve, el viento trae al aire la gelidez de las alturas y no hay manera de que no parezca invierno.

Hoy parece un día de esos, frío y lluvioso.

He dejado la ventana sin cubrir y veo el cielo brillar mientras el sol termina levantándose en el horizonte, veo las copas de los árboles mecerse al compás del viento que imagino cortante y gélido.

Ver el contorno gris de la mañana de calles vacías, de árboles goteantes de rocío, de aire húmedo, de pájaros agarrotados en sus nidos y de sol ausente y se me congela el aliento mientras me cubro mejor con las frazadas de mi cama.

Se me estremece el cuerpo de pensar que deberé levantarme dentro de poco y como un acto reflejo me cubro más aún, casi hasta la barbilla,  pero no puedo evitar seguir mirando el paisaje lúgubremente extraño que veo a través de la ventana.

Me parece que el aire condensado de mi respiración está formando ese clásico vapor del frío de invierno, pero no es así, es solo mi imaginación que me juega una mala pasada, hace frío sí, pero no hasta ese punto.

El sueño ha huido, un sopor diferente me tiene aferrado a la cama, no quiero levantarme, siento la nariz fría y mis manos bajo las frazadas se levantan un poco para frotármela, mala decisión,  entre sacar una mano y volverla a meter el frío se ha colado imponente por entre las sábanas y me doy cuenta que no solo es mi imaginación, realmente ha comenzado a hacer frío. Termino acurrucándome más.

La ventana es un pasaje a aquél mundo extraño que miro, veo la lluvia que cae allí a lo lejos, manto de lluvia gris que adivino poderosa, aun falta mucho que llegue el aguacero, pero el viento ya viene anticipando su ferocidad. Oigo un sutil silbido que me saluda desde fuera ¿alguien me llama?, no, es demasiado constante y no se corta, me doy cuenta que es la ventana, veo la orilla de la cerradura desde acá y me parece que no está bien cerrada, vaya, lo que silba es el viento y lo que me provoca es aun más frío, se que debo ir a cerrarla, pero ni loco me levanto.

Unas pocas gotas dibujan rastros de cristal sobre el cristal, la lluvia está llegando, mucho más pronto de lo que me imaginaba, el viento sigue silbando y el cielo gris se ha hecho aun más gris, no parece que acabara de amanecer, parece que estuviera atardeciendo, la luz ha disminuido y algunos faroles de las calles se han encendido automáticamente.

De pronto el silbido deja paso a un murmullo constante que va creciendo poco a poco, los rastros de cristal se incrementan y estalla la tormenta, la visión se hace borrosa tras la ventana, el dique del cielo se ha roto y el agua cae a borbotones en todo el pedazo de ciudad que mi ventana puede apenas mostrarme.

El viento le quita la verticalidad a la lluvia y la veo golpear los árboles y mi ventana en trazos diagonales de furia ciega.

Mi aliento ha enfriado el borde de la frazada y la muevo un poco para retirar el trozo afectado. Otra vez la ráfaga que lastima, el surco abierto de la ventana a hecho estragos en el ambiente, está haciendo un frío horroroso.

Me calmo y miro otra vez al frente, hacia el mundo gris, hacia la lluvia y el viento, de pronto estalla una luz allá  a lo lejos y el reflejo de la serpiente eléctrica se clava en mi retina, serpiente que no viene sola, otras tres la acompañan en instantes tan fugaces y veloces que parece que hubieran estado todas juntas.

El mundo retumba, la fanfarria poderosa se hace dueña del ambiente, nada suena igual, la naturaleza sigue diciendo que nada es más poderosa que ella.

La ráfaga de aire se hace ciclón, ella se levanta asustada por la cadena de truenos que suenan todavía, sobresaltada en su sueño interrumpido la veo entreabrir los ojos y estremecerse de frío. No le digo nada, solamente la tomo de los hombros y la recuesto nuevamente, ella se acomoda en mi pecho y yo la cubro completamente para que no la moleste el frío.

Sé que la aterrorizan los truenos y las tormentas eléctricas, pero no le digo nada, solamente le acaricio los cabellos mientras se que se ha despertado por completo ante el nuevo haz de luz que por la ventana estalla.

Me clava las uñas en el cuerpo al nuevo estallido, yo sigo sin decirle nada, solo la acaricio y la beso suavemente en la frente.

La lluvia sigue siendo tormenta y el viento sigue silbando por la rendija mal cerrada, pero ya no hay rayos ni truenos, ella no me habla, yo tampoco, solo nos acurrucamos mas juntos para sentir el calor de nuestros cuerpos. Vemos la lluvia caer y el frío apoderarse de nuestros contornos, pero estamos juntos y eso es lo único importante.

Ella se mueve suavemente y me da un beso en el pecho, yo me agacho lo suficiente para que al buscar mis ojos, mis labios encuentren su boca.

La lluvia sigue cayendo allí afuera, el viento silba imperceptible por la rendija de la ventana, pero a partir del primer beso, hemos derrotado al frío.

FIN

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