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Esta historia no es sino una más en mi cabeza...

 

**Día 1, mes 1, año 1**—bueno, al menos para mí. La vida es dura para una larva como yo.

 

“Javier... Hijo, camina... ¡Ja ja ja! No puedes, ¿verdad? ¡Ja ja ja!”

 

Sí, Javier es mi nombre. Ella, mi madre, es muy cariñosa, como pueden ver. Los médicos dijeron que tenía el síndrome de la larva, un síndrome que afecta a las personas al nacer sin extremidades y sin aparato reproductor. En sí, soy una persona unisexual, el único individuo del ser humano que tiene un solo sexo. Me puedo reproducir mediante partenogénesis humana, el primer caso registrado en la humanidad. ¡Qué maravilla para la ciencia! Puedo dar a luz seres humanos. Según la ciencia, esto crearía una nueva teoría que diría que el ser humano no fue creado por una deidad ni por medio de la evolución, sino que la humanidad se originó por microorganismos y la unión de células madre. En pocas palabras, el primer ser humano fue alguien con la misma pésima suerte que yo.

 

Pero me temo que yo sí quiero creer en un Dios, alguien que pueda sacarme de esta miseria. No quiero ser la causa de que muchos ignorantes seguidores de locas teorías conspirativas divaguen sobre la no existencia de un Dios verdadero.

 

“¡Muérete ya, maldito engendro! No puedo creer que yo di a luz a alguien como tú... estúpido, estúpido. Odio los cromosomas de tu maldito padre.”

 

La misma frase de todos los días. No sé, bueno, tal vez sí lo sé. No tengo ganas de nada. Ya nadie me alimenta. Mi madre dejó de hacerlo después de que cumplí 15 años. La verdad, soy un engendro. Tal vez, si intento moverme un poco, al menos puedo arrastrarme como una larva verdadera. Solo como y defeco. La verdad, no puedo ni siquiera hablar. Ojalá pudiera hablar, pero no. Solo puedo comunicarme con sonidos. ¿Algún día daré a luz a una persona? ¿Será como yo o será una nueva versión mía?

 

¿Soy un ser humano? La verdad, ya dudo de mi existencia. El día en que nací, mi madre casi se muere. Todos pensaron que fui un alien o un parásito que mutó en ella. Quisiera morir; así dejaría de ser un asqueroso adefesio. Nunca conoceré el amor de una mujer. Ya es tarde, nunca duermo, solo crezco y crezco. Estoy cansado, saldré de esta casa. Mi madre no me quiere, mi padre tampoco.

 

Ya me duele el vientre de tanto arrastrarme. Nunca en la vida lo hice, tal vez por eso me estoy raspando. No, es algo más. Duele, siento que me desgarra.

 

“Mamaaaaa... Mamaaaaa... a... Mmm... a... ma... ma...”

 

Ella puso vidrios en el suelo para que me cortara. En serio, no me quiere. Pero me duele y mucho. Mis órganos se salen. Así es como voy a morir.

 

“¡Mamaaaaa, dueleeeemmmucooo...!”

 

Mi madre está sorprendentemente alterada. Es la primera palabra que digo.

 

“¿Estás hablando, maldito adefesio?”

“Maadree...”

“¿Qué quieres, asquerosidad?”

“Madre, duele mucho, me duele mucho.”

“Sí, pues qué bien, así morirás.”

“Madre, ¿por qué me odias?”

“Te odio y siempre lo voy a hacer. No me digas madre, qué horror, qué asco.”

“Madre...”

“¡Ya cállate y muere!”

“Madre, duele. Pero así me odies, yo te amo. Gracias por darme la vida, aunque ninguno de los dos esperábamos esto. Yo... Nunca pedí nacer así y tú nunca pediste un hijo como yo, pero sinceramente no te odio. Con mi alma y corazón, créeme que te amaría así tú hubieras sido como yo, porque madre, no tienes la culpa de nada. Madre, me duele mucho. Madre, si volviera a nacer, ojalá pudiera nacer bien y ojalá pudiera elegirte de nuevo como... mi... ma... dre...”

 

Una lágrima se asomó en el rostro de aquell

a madre diciendo, “Hijo, lo siento.”

 

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