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Varias verdades para un mismo hecho terminan por amargar esa realidad.  Sin embargo, cultivo la esperanza de que, algún día, verdad y realidad se miren a los ojos y se acepten mutuamente.  Y esta esperanza es la que me lleva hoy a Sentisemo, con la ilusión de endulzar un poco esta amarga realidad, mientras llega aquel día.

Se percibe incertidumbre en Sentisemo, un aroma de desesperanza inunda este romántico lugar, con la pretensión de arrasar con todos los secretos que guarda, con mucho recelo, la historia.  A pesar del estado de aflicción que me sofoca, siempre encuentro algo que aprender aquí, en este misterioso y mágico lugar.

Inicio el recorrido sin mayores expectativas, solo con la esperanza de disfrutar la tranquilidad que solo es posible encontrar en Sentisemo; de repente aparece un hombre muy, muy mayor, tanto que me sorprende su extrema adultez.  Al ver su rostro amable y bonachón, me le acerco con la intención de conocer su percepción respecto al áspero ambiente que se respira; sin embargo, el anciano me intimida con su horrorosa mirada, la cual interpreto como el anuncio de algún temor.  En silencio, tomo otra vía para continuar mi camino lejos de su presencia. 

Una vez libre de la horrorosa mirada amenazante del anciano, recuperada la sensación de seguridad, me encuentro frente a frente con un ser muy sonriente, a pesar de su ceño fruncido por momentos.  Sin mirarnos, sin saludarnos inclusive, caminamos al mismo ritmo por igual sendero.  Llegamos a un puente colgante que se me hace muy temeroso, tanto, que dudo para cruzarlo, aunque del otro lado, alcanzo a intuir que algo me hala hacia allá.  ¡Al fin! Me decido y cruzo el puente.  Sin embargo, al dar el primer paso, un roce en el hombro derecho me obliga a detenerme y mirar hacia atrás… ¡Sorpresa!  De nuevo esa horrorosa mirada me amenaza; pero esta vez no le permito amedrentarme, más bien la ignoro y cruzo el puente. 

Es tal la energía que percibo en este lugar, que olvido por completo a mis acompañantes.  Aquí no hay forma alguna, lo cual genera una exquisita incertidumbre que poco a poco va engendrando una fantasiosa esperanza.

Mientras me devaneo ante la fascinante esperanza que emana de este lugar, desatiendo por completo cada uno de mis pasos y, en consecuencia, me sorprendo al verme inmersa en una multitud que espera, frente a un temible y drástico tribunal, el juicio y condena a un reo por malicia y complicidad al guardarse importantes secretos; también por imprudencias y delaciones inconvenientes; al igual que por incubar su sed de justicia con venganza y revancha.

Una vez me acoplo a la extraña situación, desconcertada identifico a los tres monarcas presidentes del inusual terminal, pues, sin darme cuenta, he caminado junto a ellos, durante un largo rato, para llegar hasta aquí.  Ellos también parecen reconocerme, al menos me lo dan a entender con sus gestos y ademanes. 

De nuevo el Rey Dernier, ataviado con un lujoso traje construido con harapos y luciendo unas estrambóticas joyas de oro, me aterroriza con su mirada amenazante e intimidante.  Solo alcanzo a pensar en salir corriendo de aquí, cuando el Rey Dernier irradia con sus ojos un rayo fulminante que me paraliza, impidiéndome escapar y obligándome a asistir a este despiadado juicio. 

Encuentro un poco de alivio cuando miro al centro del tribunal y me topo con el rostro sonriente, aunque con ceño fruncido, del Rey Menyajikan, quien viste un traje casual, desprevenido; luce costosas joyas de fantasía. Inmersa en una confusa emoción que me tiene entre el terror y la confianza, busco dónde sentarme a la espera del inusual ajusticiamiento.  Por fin encuentro en todo el centro de la sala, un extraño banquito desde donde puedo mirar hacia ambos lados, hacia adelante y hacia atrás.   Luego de acomodarme observo el estrado en el cual ya se encuentran listos para el juicio, los jueces que conforman el injusto tribunal.  ¡Oh sorpresa!

Completando el tenebroso jurado, me reconforta identificar aquella fantástica energía amorfa en la inocente presencia del Rey Budoucí quien, ataviado de lujosas joyas, parece brindar cierta garantía para un juicio equilibrado.      

Mientras tanto el reo ciego, sordo y mudo, es conducido por dos reclutas hacia la silla de los acusados.  A su lado, fiel y arrogante, su abogada defensora, la doctora Realita.  Una vez reo y abogada están acomodados en sus respectivos puestos, los dos reclutas se ubican en el centro de las graderías en medio de un público atónito, a presenciar el espectáculo.  Ya que cada uno de los interesados en el proceso está en el lugar que le corresponde, se acata la orden de que comience el juicio.

El Rey Dernier, el más cruel y sanguinario juez de este tribunal, toma la palabra para hacer la lectura de los cargos que se le imputan al reo, mientras este, el reo, permanece rígido; tal vez se reconoce culpable o inocente… da igual. 

  • Señor –dice el Rey Dernier dirigiéndose al detenido- a usted se le imputan los cargos de: 1) poner en peligro a toda la gente a su alrededor al revelar los secretos que se le confían.  2) imponer su voluntad a la hora de decidir el momento y el lugar para develar los misterios que solo usted conoce.  3)  intimidar a todos los habitantes del reino para que hablen o callen según usted lo decida de manera arbitraria.

Ante el silencio del reo y la frialdad pasmosa de la abogada Realita, el Rey Dernier presume que ya tiene derrotado a su enemigo y de inmediato asume su roll de juez para emitir su fatal veredicto, sin consultar la opinión de sus dos compañeros de tribunal.

  • Por su irresponsabilidad –dice el Rey Dernier con tono altanero dirigiéndose al reo- por su perversidad, por su absoluta carencia de humanidad, usted es condenado a la pena de muerte en la cámara de gas.  ¡Reclutas! Trasladen al condenado hasta su último destino.

El silencio sepulcral que reina en el ambiente es demoledor; solo resulta interrumpido por los dos reclutas que celebran la condena con desbordante alegría.  El reo continúa inerte, y ni qué decir de su abogada defensora… pues ambos parecen ausentes del momento, del lugar, de la tenebrosa circunstancia.  

El Rey Dernier, sin perder de vista el panorama que tiene al frente y olvidando por completo a sus dos compañeros de tribunal, se siente victorioso e intenta acelerar el final del proceso. 

  • Reclutas –grita el Rey Dernier- Istina y Leugen sírvanse trasladar de inmediato al reo. 

Al tiempo que dice esto, el Rey Dernier toma el martillo para dar por cerrado este caso.  Pero, para sorpresa de todos, El Rey Menyajikan, se pone de píe y toma la palabra.

  • Un momento –Dice con autoridad el Rey Menyajikan-, no hay prisa.  No podemos emitir una condena con ansiedad o angustia.  Tampoco debemos ignorar la experiencia, el conocimiento y la sabiduría del acusado, las necesitamos, pueden sernos muy útiles de aquí para adelante.

Los reclutas Istina y Leugen miran al Rey Dernier que parece poseído por el miedo y la soberbia; entretanto el Rey Menyajikan observa con malicia a los tres personajes que parecen comunicarse algo entre ellos con sus angustiantes miradas.

  • Propongo que demos otra oportunidad al acusado –continúa el Rey Menyajikan-, él es guardián de secretos y misterios que ninguno otro conoce.  A través de la historia nos ha demostrado que su inmisericorde silencio al igual que su noble gritería solo son manipulaciones del acusado mientras acomoda el instante perfecto y calculado el lugar adecuado.

De inmediato el Rey Dernier reacciona iracundo ante la sutil defensa del acusado que pretende el Rey Menyajikan.  De nuevo el anciano Rey Dernier toma la palabra, ahora más agresivo, con la notoria intención de hacerse percibir más justo.

  • No su señoría, no estoy de acuerdo con una mínima consideración con este criminal; el reo es acusado de esconder las verdades que se ocultan detrás de las mentiras.  Ratifico la condena.

Otra vez, el Rey Dernier toma el martillo para golpear sobre la mesa y dar por cerrado el caso ante la mirada incrédula del joven Rey Menyajikan y también frente a la súbita intervención del Rey Budoucí, quien, de píe, con gesto amable y cara sonriente desafía al anciano Rey Dernier, tomándolo por sorpresa y dejándonos pasmados a todos los asistentes al controvertido juicio. 

  • No su señoría, difiero con usted en cuando a la condena y basándome en sus propios argumentos para tal propulsa, pienso que, por esas mismas razones, las de usted, el reo sí es muy necesario para todos nosotros, con todo y su malicia y manipulación. 

La doctora Realita hace notar sum presencia ¡por fin! la abogada defensora del acusado, ante el desconcierto de todos los presentes, levanta su mano derecha para pedir la palabra.  Con rostro angelical y gesto sonriente, el Rey Budoucí le cede la palabra para que ésta haga sus descargos. 

  • Su señoría Rey Dernier, Su señoría Rey Menyajikan, Su señoría Rey Budoucí, respetuosamente me dirijo al selecto tribunal que ustedes presiden con idoneidad, para que se le conceda a mi defendido un último deseo.

El tribunal en pleno se pone de píe, la muchedumbre murmura, los reclutas Istina y Leugen miran al anciano Rey Dernier sin balbucear palabra, al parecer esperando una señal.  Los Reyes Menyajikan y Budoucí se miran entre sí y comprenden que están siendo manipulados por el anciano Rey quien tan solo está protegiendo y defendiendo sus intereses particulares. 

Sin embargo, echando mano de toda su argucia, el anciano Rey Dernier decide ceder a la petición de la abogada, con el único fin de disuadir la sospecha que percibe en sus dos compañeros de tribunal.  También los Reyes Menyajikan y Budoucí acceden a la petición de la doctora Realita, quien procede con su petición.

  • Su señoría Rey Dernier, Su señoría Rey Menyajikan, Su señoría Rey Budoucí, esta defensa solicita al digno tribunal se le conceda tiempo al acusado.  Solo tiempo…

Ante el elocuente silencio en la sala y frente a un auditorio a la espera de una respuesta positiva, sin señas ni palabras, al reo le es concedido su último deseo: “TIEMPO AL TIEMPO”.

 

 

Dernier = pasado en francés

Menyajikan = presente en indonesio

Budoucí = futuro en checo

Istina = verdad en croata

Leugen = mentira en holandés.

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