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Quiero contar brevemente la historia de Heriberto o, heli, como lo llamaba la abuela. hombre de gran talla, y su corazón aún mas. Jugaba como un niño conmigo.

-- ¡basta ya Heriberto pareces un tonto! -- decía mi abuela, frunciendo el entrecejo.

    Él seguía ululeando como indio, yo lo perseguía en mi caballo de madera por toda la casa, haciendo disparos invisibles.  

Ese día jugamos hasta quedar exhaustos y, el jarro de mi abuela en tres partes roto. Corrimos a escondernos en la alcoba.

¡Que maravilloso día!. Más que un juego de vaqueros e indios, era una gran despedida.

 

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