Pensó que la noche seria eterna y viose arrepentida de tanta terquedad, no podía creer que seguía sosteniendo con tal fuerza la cabeza de su marido que desde horas tempranas en el lecho de todos los días, empezó con el zig zag de un lado a otro de la almohada, con la cara llena de transpiración no podía parar, no sabia si lo despertaba cometería el peor de sus errores, el cuerpo trémulo y casi frío de su amado seguía sacudiéndose con el zampar de su cabeza, pensó dentro de si que eran convulsiones y después se dio cuento que no era así.
Solo movía su cabeza de un lado a otro como si se saliera de un rato a otro rogó, pidió a dios que acabara la noche de una vez, en un instante la pequeña locura paro, el cuarto quedo en silencio por primera vez de aquella noche, el suspiro trémulo se hizo dueño de su pecho agradeciendo de mil maneras en fin de algo que nunca comprendió de varios años de estar juntos.