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La luna tiene el color verde pálido de comienzos de invierno, cuando el frío se siente acariciándote la piel escamosa y frágil que se quiebra al contacto con el aire.
El sol, pequeño y lejano, alumbra con sus rayos rojizos el horizonte dorado que tus ojos de gato escudriñan, buscando el origen del olor penetrante a fieras babosas que te hacen relamer de gusto, acariciando el sabor ácido que tu recuerdo trae a tus sentidos concentrados en los centros nerviosos que salen como bolsas grises debajo de tus orejas.
Tu sombra alargada, delgada, furtiva y casi invisible, se mueve al compás del vaivén de tu oblonga cabeza que busca, de tus ojos que miran, de tus manos que ansían, de tu atención que quiere estallar hacia afuera, en busca de saciar tu hambre y tu ansiedad.
La arena granulada de la tierra se mueve independiente y caótica rodeando tus pies, preparando la trampa, aprovechando el instante de distracción que el ácido olor ha puesto en tus sentidos, en tu pecho, en tu estómago.
Remolino artero que va cerrando su círculo poco a poco, abriendo un hueco en la tierra, rasgando el velo de una boca ansiosa, aún más ansiosa que tú mismo.
El olor se hace más penetrante, el frío se hace más fuerte, tu piel se agrieta; de pronto en un punto cualquiera, tu piel se abre y un hilillo de sangre púrpura corre por las escamas grises que forman tu cuerpo. El dolor asoma presionando de golpe tu ovoide cabeza, más el olor penetrante y cercano cercena la ansiedad de calma y se tensan tus nervios preparados ya para el ataque, agazapado entre el viento y el desconcierto; tu piel escamosa de aquel gris pálido, tu figura alargada y fugaz, tu aparente inmovilidad y tu paciencia, son el camuflaje perfecto para aquellas bestias babosas, casi ciegas y carniceras, que esperas devorar.
El olor se acerca, se acerca demasiado, casi está encima tuyo, mas no ves a bestia alguna, a ninguna, tus ojos de gato escudriñan y tu cabeza ovoide gira un poco para percibir si atrás de ti no están llegando ellas a atacarte, mas no hay nada, solo el olor. El olor que te embriaga, que te droga, que te llena de ansiedad y de hambre, de mucha hambre.
Solo el olor, ¡solo el olor!, de pronto te das cuenta, miras para abajo y la tierra ya te ha cubierto hasta los tobillos. Tus ojos se abren sorprendidos y aterrorizados, tratas de saltar, más la tierra te traga y te engulle.
Has dejado de existir y el olor desaparece, olvidaste que también el olor es una forma de camuflaje y trampa.

 

FIN

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