Se disfrutaba tanto de aquella conversación…
Él rasgueaba, pellizcaba, le daba pequeños golpecitos a las cuerdas; es la manera como él le platica. Ella le habla con sonidos, ruidos; a veces agudos, a veces graves, a veces largos a veces cortos. Son tan amigos…se puede decir que hermanos. No hay día que no conversen, esas pláticas que empiezan cortas y luego se alargan en horas que no tienen minutos.
El tiene años, ella no tiene edad, el tiene amigos vecinos, compañeros… ella sólo lo tiene a él…pero eso no le importa. Así pasa aquella charla; dulce, amena, divertida. Esperen… ¡Ha pasado algo! ¡Algo se dijeron!: La plática torna otro color; se ha vuelto brusca, torpe.
Él le rasguea las cuerdas salvajemente mientras su otra mano raspa las cuerdas… tropezando en cada traste del brazo de la guitarra. Ella le habla también fuerte; produce ruidos horribles, muy fuertes, a él no le gusta lo que escucha, le desagrada tanto que cierra los ojos…y sigue golpeando las cuerdas. Se paran del banco para seguirse gritando. Enfadados, furiosos los dos… ya no pueden mas, en un intento desesperado de terminar…ella grita produciendo un sonido intensamente fuerte y espantoso; él suelta la guitarra para taparse los oídos y ella cae…
Perplejo queda, su amiga yacía en el suelo desfallecida, va hacia ella, la recoge; asustado pues todas sus cuerdas están rotas, rápidamente va y trae otras, las mejores que tiene; unas hermosas plateadas, metálicas de brillo intenso, con nervios y manos temblorosas arrebata las muertas y le pone las nuevas. Le habla…una y otra vez… ella no le contesta. Con desesperación revisa el amplificador…los cables y la luz. Vuelve a ella…le habla y no le responde. No se sabe cuanto tiempo estuvo así…tal vez hasta que las lágrimas le invadieron los ojos y el cansancio lo hizo retroceder.
Un nuevo día le llega…Regresa a la cita de siempre…con la esperanza sólo de verla pues sabe que no le volverá a hablar. Al entrar…sus ojos se abren mientras sus oídos se maravillan… su guitarra está parada en su atril; ¡le está hablando!, cantando, es ella la que ahora le habla…él siempre había sido quien decía la primera palabra. Su rostro se ilumina y se deleita con lo que escucha…es lo que siempre quiso escuchar, lo que siempre quiso que le dijera… no habla sólo escucha, el corazón del cuarto se enciende al ritmo de la voz de la guitarra…mientras la sonrisa del hombre crece.
Jesús Alexandro Domínguez Briones