El ulular de una sirena me hizo asomar al balcón para calmar mi curiosidad y observé la luz intermitente del techo de la ambulancia y el sonido inconfundible que avisa a todos los conductores que deben dejar pasar el carro de las emergencias porque lleva en su interior un herido o un ser humano en trance de vida o muerte. Cuando desapareció a lo lejos y dejé de sentir el sonido de la sirena regresé a mi sillón favorito a continuar la lectura suspendida.
En los noticieros de la noche apareció el vehículo que vi pasar bajo mi balcón pero hasta ese momento no me había fijado en algunos detalles que resaltaron en la pantalla del TV, una serie de abolladuras al frente y los costados, las farolas rotas, la puerta del lado del conductor a punto de desprenderse y otros desperfectos que no aprecié en la tarde por la velocidad que llevaba.
A continuación explicaron los periodistas que, en un accidente de una moto contra un taxi, el conductor del vehículo pequeño quedó sobre el pavimento herido de gravedad pero, por fortuna, llegó una ambulancia que lo recogió para trasladarlo al hospital más cercano y, en su afán por salvarle la vida, el conductor de la ambulancia cometió una serie de infracciones que discriminaron a continuación los periodistas: al meterse en contravía chocó contra un bus escolar y de allí salieron con heridas leves diez niños y el chofer; se saltó un separador en la avenida principal y arrolló tres ciclistas que transitaban por su carril adecuado, en un paradero de buses arrolló a las personas que esperaban su transporte ocasionando la muerte de cinco de ellos y heridas a seis más. Haciendo malabares al volante y embistiendo cuanto carro se le atravesaba no se dignaba parar a ver que estaba sucediendo.
Todo esto se supo horas después cuando llegó a su destino y bajaron el cuerpo de la ambulancia y detrás de él llegaron cinco motos del tránsito, que venían es su persecución, ocho taxistas en sus respectivos vehículos por el mismo motivo y muchos carros particulares con la pintura rayada o sus latas abolladas. Y su afán no tuvo el premio de salvar una vida porque el cuerpo llegó sin signos vitales.
Edgar Tarazona Angel
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