En la tienda del barrio, donde vamos a mercar todos, y en general nos conocemos y conversamos, cualquier día salió el tema de la cremación de los cadáveres de los que mueren por Covid 19 y cada uno daba su versión de la situación.
Como a mi me vuela la imaginación y ya lo había pensado con anterioridad, con imágenes y situaciones en mi cabeza, pasé a explicarles el proceso de manera pormenorizada y sin ahorrar ningún detalle. Como a dichos pacientes no los dejan ver y al final entregan a sus parientes y amigos una urna con cenizas, nadie podía desmentirme.
Para empezar, inventé un compañero de un amigo mío que, supuestamente, trabajaba en los hornos crematorios de una entidad ficticia y le había contado a ese amigo lo que ocurría dentro de las cuatro paredes del sistema crematorio. Muy serio asumí cara de circunstancias y pasé a relatarles el asunto, según mi versión:
- Estimados vecinos, como hay tantos muertos diariamente, hay fila delante de cada horno y los cuerpos van pasando de uno en uno en cada cubículo; el proceso dura unas dos horas y entra el siguiente. Por detrás de los cinco o seis hornos hay una canal donde caen las cenizas y se revuelven para, al final, caer en unas canecas. Allí, con una pala, un operario va llenando las urnas marcadas con los nombres.
- Oiga profe, ¿o sea que lo que le entregan a uno no es el hermano o el tío o la madrecita sino un revuelto de muertos?
- Así es mi vecino, respondí con toda seriedad.
Eso fue hace un año y desde entonces desconfían de las cenizas que les entregan en la clínica y como estamos en un país muy religioso la gente se pregunta a quien benditos están velando (ahora hay velación y honras fúnebres con cenizas). En este momento no se cómo será la realidad de las cenizas, pero para mí, que lo que les dije debe ser la verdad. Mientras no encuentre pruebas de lo contrario, seguiré con mi idea.
Edgar Tarazona Angel
