Todas las noches, a las doce en punto, suena el teléfono fijo, yo contesto sabiendo que al otro lado de la línea está mi padre, con su voz ronca que lo distingue me saluda y me pregunta cómo me fue el día para escucharme y luego darme consejos e indicaciones.
Hace varios años vivo lejos de mis hermanos y cuando hablamos, muy esporádicamente, olvidé comentarles las conversaciones con nuestro papá. Anoche hablé con mi hermana preferida y le conté de las llamadas de nuestro progenitor.
Se quedó mirándome con una expresión mezcla de sorpresa y de terror y me dijo:
- Nuestro papá murió hace diez años.
Edgar Tarazona Angel