Era famoso en el pueblo por su estatura –apenas si alcanzaba el medio metro de altura- pero soñaba con ver su nombre impreso. Escribía noche y día tratando de encontrar la clave de la genialidad de los grandes cuentistas al tiempo que escuchaba los gritos del padre asegurando: “nunca serás nadie”,” tu capacidad es tan diminuta como tú mismo”, “eres mediocre”, “apenas un micro-hijo”.
Pero el pequeño gran hombre tenía algo muy claro en mente: Si no podía conseguir el respeto de la gente por sus características físicas, lo lograría por su capacidad mental. Solidarizándose con su condición se olvidó de las comas, de las frases lapidarias, de los desarrollos laberínticos en la narración y escribió hasta conseguir perfilarse como uno de los más grandes microrrelatistas de todos los tiempos.
Elena Ortiz Muñiz