La luz, esa luz que te pertenece y me invita a cobijarme en cada historia nuestra que vivo en tu universo.
La luz te rodea, nace de ti, eres fuente y destino de tu propia luz. Y me invitas a mirarte luego de la vigilia.
Me miras y me rehuyes, como imaginando la penumbra que, a veces, de mí se hace cargo cuando llego de improviso a tu universo y te veo superpuesta a tu entorno, mas nítida que el resto y yo simplemente un intruso, solo el que mira.
Se que estas en mi mente, donde eres ama y señora y que soy yo el que te imagina.
El que te imagina remarcando cada detalle tuyo: la brillantez de tus cabellos, la tersura de tu piel escondida, la calidez de tu sonrisa, la incógnita verdad que esconde tu mirada, la atrapante delicadeza de tu silueta donde se pierde gustosa mi mirada, las caricias de tus manos en mi rostro que son solo un pálido reflejo del contacto de mis dedos en la realidad de nuestros días.
Tu universo tiene la irrealidad de ser la verdad de mis sueños.
Y tu eres la ilusión de mis eternos días.