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Le dije q debíamos hablar, enérgicamente la invite a que se calme, cualquier otra vos debia ser silenciada y emprendimos el sincericidio. 

Había estado prestando especial atención, por la calle, el parque y allí, no los había visto.

Creo, la firmeza jugó un rol fundamental, jamás había interrumpido su insesante pensamiento, habitualmente la dejaba ser, aunque pesara y fuera predecible su cantaleta. Ahora era distinto. Se iría y jamás podria saber a dónde...

Sus dobles discursos no eran razonables y tampoco había obligación de que así lo fueran, pero; resultaba intolerable tanta telenovela venezolana... Mucho llanto poca lágrima y del lecho presiso ni un motivo.

 Su aleteo perdió el agradable sonido, su presencia trasmuto a estrellita cuyo tiempo le había quitado su luz e imposibilitaba trascender en el cielo, destellaba derroida para el resto.

Ni una vez ame tanto el silencio como en esa mañana, ella sabía que si intentaba confrontarme yo leería su prospecto y perdería lo que le quedaba.

Una hora de gozo y pureza, tampoco tenía deseos de sostenerle el ala como en otras oportunidades o correr a su lado para preguntarle cómo le había ido... 

Quien pudiera saber dónde reposaria al eterno tiempo, su escrito ya había agotado la introducción, el nudo y el desenlace.

Donde moriría?

Quien asistiría a la fiesta?

Cuánto tiempo habría que guardar el luto?

Pero lo primordial, jamás tubo respuesta; donde mueren los pajaritos?

Ya ni la ví alguna vez, ya ni pude saber...

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