Quedaron en mi recuerdo los soldaditos de plomo. Volaba la imaginación de un niño sensiblemente creativo. Las luchas y los encuentros de esos rígidos soldados, que mi mente transformaba en ídolos desconocidos. Eran ellos los valientes, que siempre estaban prontos, para enfrentar a sus pares. Cañones y caballitos completaban mi escuadrón. Pero algo me faltaba en mi lucha por la defensa, era tener un cuartel de protección y ofensiva. Por eso me dedique a construir el gran fuerte, que durante muchos años, albergó a los valientes. Mis amiguitos venían a observar la construcción, con un formato parecido a las películas de acción.
Que linda fue mi niñez, sabiéndome un ganador. Fuerte, soldados y cañón eran mi protección. Nunca debía abandonar, esa bonita ilusión. Hoy es todo silencio, ya no hay soldados ni cañón, el fuerte está solitario esperando otro bufón.