Esta noche tuve una hermosa visita.
No sé de donde se habrá escapado, o que lo habrá llevado a tal travesura, pero se escabulló de algún lugar y vino a visitarme en sueños. Y cuanto me alegró que lo haya hecho.
Recuerdo haberlo visto acercarse con pasos tambaleantes e inseguros, con pasos inocentes y dulces, mientras yo lo esperaba con brazos abiertos y alentadores. Y llegó a mí y ambos reímos alegres por su logro.
Y sin decirnos ninguna palabra, porque no era necesario, porque el cariño se sentía, nos quedamos abrazados un largo tiempo, y yo lloraba, no sé por qué, una especie de nostalgia, melancolía...y él solo se aferraba a un futuro que lo esperaba con los brazos abiertos. Y cuanto me alegró ese pequeño instante.
Y sin dudas fue la más hermosa visita. Una visita desde mis recuerdos, desde mis entrañas, desde algún rincón de mi alma, desde los vestigios de mi cuerpo y las reliquias de mi mente. Un pequeño yo, pequeñito muy pequeñito, vino a visitarme en sueños, y me recordó que por mucho que lo extrañe, el sigue ahí, invadiendo a veces mis palabras, actuando a veces por mí, pensando por mí, siendo por mí. Y cuanto me alegró saberlo.