(En ese momento todo se detenía, suspendidos en el espacio cada objeto parecía poseer un lugar innato; sin embargo te movías)
- Que tal compañera.
- Que tal compañero.
Estabas a bordo del metro, sentado en los incómodos asientos verdes, tratando de ver entre las rayadas ventanas. En la estación se había quedado, partía hacia otro rumbo el cual desconocías.
(Caminabas entre los ahora inanimados objetos, buscando)
- Nos vemos.
- Nos vemos.
Su voz en ese instante sonó extraña. Una mirada que no entendías, una sonrisa que intentabas descifrar. Quedaste mudo, envuelto en una algaba de emociones mil veces conocidas, mil veces extraviadas, que un día se marcharon para volver justo ahora dejando la fría sensación.
(Desesperado tocas puertas, nadie abrirá ni responderá a tus quejas y gritos de ayuda)
Ilusiones quiméricas se alzan ante tus ojos mostrando realidades insensatas y porvenires nefastos. Cierras el libro, has leído bastante. Te encuentras dormido recargado en la ventana.
(Desolado siendo devorado por el creciente silencio, oyes la música; ¿de quién?, ¿hay alguien?)
- Me ayudarás.
- Lo lamento, no puedo.
Un sueño en el cual te arrepientes he intentas alcanzarla, decirle lo que no pudiste en esos momentos, empero, terminas recolectando hojas e ideas que se revelan y te escupen a la cara.
(Corres por las calles tratando de encontrarla. Cae una lata. Sentada en la buhardilla se encuentra una sombra; tal vez ríe, tal vez llora)
La tinta derramada jamás fue levantada, su marca recuerda aquellas ocasiones en las cuales nos detuvimos uno enfrente del otro; dos seres que se conocían, un creador de quimeras y una señorita.
- Amigo, ya llegamos a la terminal.
- ¿Qué estación es?
- Garibaldi.
- Gracias.
Se marcha y te vuelves a quedar dormido…
Otro sueño; el agua entra por las ventanas, peces de colores se deslizan por ella. Después de un rato aparece un pez plateado, lleva con él los hilos por los cuales se mueve (un manojo).