En primera instancia desconocía que no traías bragas, en segunda no me creí el elegido de tus quebrantos sexuales.
La prueba era aún mayor: me mostrabas tu sexo entreabierto a una distancia inaccesible para mí; trate de acertar a hacer algo sin poder, había que actuar pues la visión de ti con los muslos abiertos era la consecución de cada tarde en que hablamos. Podía ver tus dedos, los cotidianos de construir, separando tu monte protuberante. El movimiento ondulatorio de la mano provocaba una visión de entrada rugosa y, por micras de segundo, el interior rosa perlado de saliva.
Aún con la distancia el aire se llenó de ti, tu presencia se volvió aroma y fue placentero aspirarte con el olor único de cuando me piensas dentro; yo intentaba convencerte con palabras de que vencieras la distancia,
"Te quiero... te quiero con un amor imperioso sin espacios para respirar. El sudor de tu entrepierna, la visión de la humedad, el color de los pétalos de carne, tus vellos apenas crecidos... el deseo, sí... el deseo, el mismo con que me estacas al sol de cada tarde y vuelves noche a tu lado. Déjame, quiero hacerte".
Quitaste la mano del sexo para deshacerte de los botones de tu blusa, saltaron los senos blancos y duros, subiste aún más la falda y con voz ronca me pediste que te bebiera completa.
ErosWolf