Hoy escribo que me he roto, tenía un corazón. Mi propio corazón entre mis manos donde se me escurría entre mis dedos, que pequeño corazón, que ya no le quedan sueños.
Y es que este corazón, encogió con los miedos hasta ser casi tan etéreo como el propio viento.
Hace un tiempo, fue corazón de carne, pero se convirtió en hueso, por el valor que tenía escondido entre mis costillas.
Pero ahora ni carne ni de hueso, ahora cristal etéreo que se é curre entre los dedos.
Seré un ser de fragmentos, sempitemo e imperecedero que ya no le queda cristal que se pueda fracturar. Porque después de herir cada parte de mí ser, de intentar recoger los pedazos de mi corazón de cristal, me hice de hierro indestructible.
Ni carne
Ni hueso
NI cristal etéreo
Ahora de hierro tan fuerte y duradero como la eternidad.