La campaña para las elecciones regionales en Colombia, es una fiel demostración de que la manera más exacta de definirnos a nosotros mismos es hablando del prójimo. Y es que en medio de las pasiones políticas, el elector suele distraerse observando y aplaudiendo el índice acusador de su líder, mientras pierde de vista los tres dedos, de esa misma mano, que apuntan al inclemente fiscal. El tema, el mantra común es “la corrupción”; práctica tan vetusta como la política. De tal manera que todos son corruptos porque se acusan el uno al otro y viceversa y ninguno es corrupto porque todos prometen lo mismo: “luchar contra la corrupción”, esta es la oración a la cual se unen los miles de candidatos que buscan el voto popular a lo largo y ancho del país, en la misma clase política vieja, la tradicional, la que ha usado y abusado de toda clase de trampas, mentiras y engaños.
De tal manera que no podemos permitir que la desilusión y la desesperanza nos laven el cerebro, el pueblo colombiano hoy tiene frente a sí un enorme reto: “NO CREER… SÍ PENSAR”. No creer todas las promesas, ni denuncias, ni excusas… Sí pensar y analizar una por una las fantasías que le están vendiendo, examinar las posibilidades que tienen de llevarse a cabo. En resumen, atender para entender porque todos esos regalos (electrodomésticos, bicicletas, mercados, pasajes, etc.) que ahora comparten y reparten tienen que salir de algún bolsillo; siempre, siempre ha de ser del bolsillo de todos. La derrota de la corrupción le corresponde únicamente al pueblo, no podemos seguir siendo su alcahuete; no hay un líder político de algún partido político de alguna tendencia política que nos salve de ella, no les interesa porque no a ninguno le conviene.
Así es que nuestro voto de este domingo tiene un enorme significado frente a las duras circunstancias de hastío e inconformidad que muestran muchos pueblos del mundo. Todo colombiano tiene la fantástica oportunidad de expresar su descontento, tiene el poder y el deber de hacerlo de manera inteligente y tranquila: “VOTANDO”. Primero que todo porque no es destruyendo nuestro país como vamos a corregir su rumbo, porque a ese paso nos tocaría empezar de cero a reconstruirlo y eso no hay economía que lo resista; es asumiendo cada uno la responsabilidad y el liderazgo sobre sí mismo para ejercer el poder inconmensurable e impecable de elegir para reclamar y exigir políticas públicas que mejoren el nivel de vida de la sociedad para una mejor convivencia. La más significativa protesta social tiene que darse en democracia, como un pueblo inteligente y sensato, atestando las urnas para apropiarnos de nuestro país de manera responsable y autónoma.
VAMOS PUEBLO, COLOMBIA ES NUESTRA.