VENTANA PARA LA SOLEDAD
Ventana para mi soledad, brisa de la noche. Helada y con diminutas gotas de agua humedeciendo la tierra, está serenando. Lo anterior a esta vida me arrumban desde los sueños: el pasado y sus amores vacíos, sus abrazos negados, sus traiciones a mi ego. Eso me queda siempre, recordar, y recuerdo que el mundo no giraba tan rápido entre el bullicio de las ferias, entre los amores que apenas sucedieron bajo las canciones y la adolescencia; la fuente momentánea de mis delirios. Recuerdo que la lucha por la libertad apenas despertaba y yo la dejé para después, dejándola detrás del altar de mis miedos más sinceros. Y así, pasó la vida, se pasa hoy, las mejores cosas no son para todo el mundo pero el mundo mismo te obliga a seguir, volviendo ante un Dios y como si nada, como nada que somos mientras existimos.
Ventana para la soledad, vista de la ciudad. Arriba de mí, el barrio más peligroso y la indiferencia de las calles vuelve a ser de los perros hambrientos y chandosos. Pronto, las luces rojoazuladas de la autoridad pisteando fantasmas andantes despojados de esperanzas amables, sin promesas de los comunes, listas para ser cumplidas y fotografiadas. Penumbras dentro de mis ojos, sonrisas sobre el desierto de mi rostro, me hacen sentir más triste que vivo, porque la tristeza te hace sentir vivo.
El mundo se acaba tras la ventana y yo nunca amé. El olor de mi abandono queda en la superficie de los licores rancios, mientras me dejo besar de la brisa en el rocío y de la miseria de mi barrio como acompañantes hacia los misterios de la eternidad. Ventana para la soledad.
