Puso en mi camino el cielo
el alma más noble y generosa,
ternura hecha mujer
que del olvido rescató
mis caras ilusiones,
sueños que otra rompió
sin proponerse.
¡Gracias doy a Dios por conocerte!
Purísimo corazón
que arrebató de amor
mi alma y mis sentidos,
visión angelical tan deseada
para hacerla mi eterna compañera.
Ansiado anhelo,
soñada perfección siempre prohibida,
humano tesoro
que no debía arriesgar:
Por una amistad, -más duradera-
resigné mi amor...
¡Para quererte siempre!
Luis María Murillo Sarmiento
("Del amor, de la razón y los sentidos")
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