La suave bruma de la mañana
Dibujaba siluetas inquietas,
Entre botes y redes,
Gritos y risas de hombres curtidos
De mares, de vientos,
Un céfiro costero refrescaba el alba,
Un perro invisible ladraba a las olas
Y unos ojos garzos velaban de lejos.
Uno a uno los botes a la mar,
Y a la caleta el silencio.
Desde el muelle un viejo marino
Sin bote, sin red.
Evocaba jornadas de juventud
Y su alma aventurera salía con ellos
Con la mirada perdida,
Entre añoranzas y recuerdos.
Se veía el anciano en su navío
Desafiando las olas
En mares silentes
De noches tachonadas de estrellas,
Proa al viento recogiendo redes
Plateadas, henchidas, colmadas.
Y hoy aquí en la playa
Inútil, viejo, abandonado,
Y sin el brazo que arrancó
La tormenta del jueves
Quince de julio de mil novecientos
Treinta y tres.