Decirle al corazón que te olvide,
es como negarle su esencia.
Pero conservarte es destrozar,
mi torturada alma.
Aprendí con lágrimas que no eras para mí,
sin embargo decidí,
que no quería morir.
¡Al fin! Se acabó el karma,
mi corazón vuela libre,
mi espíritu salió de su jaula,
por el dolor que una vez fue.
Prefiero una amistad sincera,
a una ilusión tortuosa.
No hay ninguna manera,
de que yo quiera otra cosa.
Gracias por la alegría,
de ser esa gran compañía.
Por alejar de mis días,
las amargas melancolías.
Nunca olvides
que siempre que lo necesites,
vas a encontrar
en mi hombro un lugar para llorar,
y en mi compañía,
una razón para continuar.
Viernes, 31 de marzo de 2006