Estoy en el ruedo,
escucho los gritos y la algarabía
de todos aquellos que gozan y ríen
a costa de la ira mía.
Comienza la función, a la provocación
y la diversión se da ante las miradas
de los que se regocijan con este dolor,
dolor revestido de bravura.
Estoy en el centro, esperando al victimario
que saldrá a hacer gala de su envergadura,
su traje de luces, su preparación,
dedicado a esto y con tanto tiempo,
¿quién puede hacerlo mejor?
Y yo, por instinto de conservación,
salgo a dar el frente… ¡sigue la función!
y ésta, la temible… cae en un instante,
derrotada y yerta,
por las estocadas que el campeón le dio,
orejas y cola son su galardón.
Sale el victorioso en hombros y aplausos,
pisando la sangre que se derramó.
Se acaba la fiesta… sigue otra función,
pero sin el toro… ¡no hay diversión!
24/junio/2004