Sirvo una medida
De licor cristalino, ambarino,
Dentro de un cristal incoloro;
Ambos translúcidos,
Brillantes,
Diamantinos
E inocentes
En su frialdad mineral
Y agrego un cubo
De agua hecha roca
Para enfriar el fuego
Del ígneo licor...
Y me lo bebo
Para brindar por ella,
La de siempre,
La eterna compañera de mis días.
En las noches
tengo las notas musicales
desgranadas en cientos
y miles de manantiales armónicos…
y los libros,
compañeros fieles y eternos,
y los pinceles de cerda
para crear mis engendros y,
por último, el trago
que ella aborrece.
Mis horas se pasan
Muy contento en mi encierro
Con los grandes maestros
Y mis propias obras
Que recorren los géneros
En una soledad
Que no es tal
Porque cuento
Con la imaginación fértil
Del que no está obligado a crear
Y no temo
Porque sé que al salir
De mi celda de loco
Siempre está ella,
Paciente, bella, tierna
Y dispuesta a compartir
Mi sino
Por siempre
Porque sabe
Que los dos somos uno
Y, hasta el final seremos.