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Y preparé la tierra con obcecado tiento,
las semillas cayeron, la esperanza crecía
como la magia grandiosa de aquel viejo cuento
olvidado y añejo en mi lejana infancia.
Entre las grietas, valientes, las rosas brotaron
no altivas, no gloriosas, no fecundas, no hermosas.

Ojos que, al verlas, de infinito dolor lloraron:
manchadas de lodo, pálidas...pero orgullosas.
Resistiendo silenciosas en el barro infértil.
Tan valiosa proeza se torna de pronto inútil
el suelo seco, vacío, estéril, casi sin vida.
Un grito contenido hace erupción en mi sino
no es solo el terreno infértil...¡es la fe perdida!.
La inmundicia que rompe la paz del camino.

Elena Ortiz Muñiz

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