Con ella compartí muy pocas cosas,
en especial largos silencios
después de las entregas fugaces.
La luna acompañó nuestros encuentros
y el sol jamás presenció una despedida.
Hablamos con las manos y los ojos;
dijimos en mil besos:¡Yo te quiero!
y nos amamos sin palabras
hasta saciar los instintos.
Y llegó el adiós.
Una noche no salió la luna
y tú me dejaste con tu ausencia.
Lo poco que dijimos antes
quedó grabado en el recuerdo.
Ahora, abrazo el fantasma que me quiso
y que yo también quise
y me arrepiento de las palabras
que nunca nos dijimos.