¿Cuántas veces deseamos que un instante de felicidad plena sea eterno? ¿Muchas? ¿Pocas? Tal vez ese instante nunca golpeó nuestra puerta... Tal vez la golpeó varias veces. Cada persona es un mundo, cada instante único e irrepetible...
Te esperaré hasta que la mañana, despida a la noche.
Hasta que tus ojos me reconozcan en la multitud.
Te amaré a pesar de que me digan, que no doy la talla
y sin importar que te tenga solo en mis sueños.
Algún día me veras, sea tarde o temprano,
y tu mirada calmará las ansias del pasado,
en ese momento te habré desnudado,
y eternas horas tú alma habré contemplado.
Y tú no querrás que el viento susurre mi ausencia,
y tú no querrás ver, cuanto tiempo ignoraste mi presencia.
Y yo no querré irme en esta parte del camino,
y yo sentiré que la vida me aleja de mi destino.
Hasta que un día el tiempo se detenga,
cuando tu mirada a la mía sorprenda.
Y no permitiré que la cotidianeidad me desprenda,
la mujer perfecta que soñé despierto y dormido.
Y jugaré a que el tiempo ha perecido,
para hacer eterno ese instante, tanto tuyo como mío.