I
Y de nuevo la nieve, cayendo suave
con su vestido blanco, sobre el tapiz del suelo
La tenue escarcha se acuesta, en la siesta milenaria.
Cuantas infancias habremos vivido?
De la remota niñez del tiempo ido
Me arropa la capa del recuerdo fugado
Como agua presurosa entre las manos.
También Neruda habito entre nosotros
Como niño inquieto cazando mariposas,
Pescador de sueños al borde inefable de Isla Negra.
Absorto en la vigilia, la tarde moribunda se acuesta
Como un valle tranquilo, al pie de la montaña.
En la nieve que cae, el oculto misterio,
Sacude los corceles, de los caballos errantes,
Hacia las extraviadas fronteras, que hierran
El camino indeciso del ojo de la gruta,
Que conduce al fondo del acantilado.
En el blanco encendido del paisaje,
La bruma forcejea, en la tenue luz
Que como débil lámpara abre su ojo
Apenas entreabierto, y sugiere el estallido,
De una eterna primavera anunciada,
De multicolores flores,
Que siglo a siglo crecen y se abren
En el tiempo que retorna, ínclita energía
De nuestros sueños, que junto al dolor se alza.
II
No se, si es de abajo, o de arriba
Que la vida recomienza en sus entrañas
Si es el cielo la eterna morada de los dioses
O es la tierra el vientre abierto de los sueños
Y el huracán sagrado de nuestras bravas esperanzas.
Un único lugar guarda el secreto de los números
Y la cábala secreta del nacimiento del tiempo
Antes del sordo ruido,
Cuando la luz dormía, en la terrible oscuridad de la noche.
Que levita mas allá del techo del mundo?
Que terribles secretos ocultan los restos
Del incendio de la biblioteca de Alejandría?
En los despojos de papiros calcinados,
Las líneas de jeroglíficos sacuden alas
Entre el polvo acumulado, y ruido de corceles
E ilusiones se alzan desde los secretos nichos
Que en el único callejón aguardan
La búsqueda a tientas de ARISTARCO DE SAMOS.
Entre los números y la radiación de fondo
Un universo abierto e infinito nos habla de sus lenguas.
Y el pasillo nos conduce al punto justo,
En que la infinitud de los números
Atraviesan el denso tiempo,
Renaciendo una y otra vez,
Sacudiendo desdichas, coronando ilusiones
En el desierto siempre basto del exilio,
Y la nieve crece como geológicas capas,
Con su propio horizonte de sucesos
Y si las miro cada capa, me habla de una historia,
De la voraz noche, sin estrellas,
De la tenue luz que titila en el fondo del corazón
Aun cuando el frío estalla por dentro,
Y sentimos que el corazón se apaga suavemente,
La luz huye a ras de piso,
Y entonces resurge radiante de nuevo
El jardín de nuestros primeros años,
La huerta de rojos tomates,
Los amarillos canarios flauta, cantando en el corredor,
Y el pío pío de los pollos que nacen, las rosas rojas
Tiernas que besan la luz del sol,
Mis manos que sacuden las sombras,
Las flores que se abren una y otra vez
En el ciclo infinito
Y en las espinas, no esta el corazón de las rosas?
Que sabe nuestra infancia de la nieve?
Nuestro camino iba paralelo al río
Y al ancho mar, en que mirábamos
Las llamas de ilusiones y de sueños, éramos potros
Corriendo en la infinita pampa..sin tiempo.
III
La puerta que se abre
Es giratoria, pero pausada gira,
Hay mucho hielo en los marcos de la puerta,
La sala en penumbras, ostenta apenas
La mortecina luz de las lámparas, que como la nieve \
Deja caer su opaca luz vacilante, arriba y abajo,
Temiendo iluminar sus propias sombras.
En el patio un zumbido de mosquitos
Que hieren la noche, que se arrastra,
Y nos hablan del calor del verano,
Acercan con su vuelo, el tibio sol
Que sobre la ciudad se levanta.
Es el tiempo de saltar y jugar,
Idéntico tiempo de la flor de la cayena,
Su mágico olor a cumbia, que me envuelve,
El trompo que gira en el piso,
El disparo certero de la pelota,
Directo al fondo de la red.
IV
Vanas ilusiones!!
El frío me recuerda obsesivo, que es la sombra
Que me sigue, el aire denso se levanta
Como paralítico que gime,
Y el hielo trepa las paredes, y salta las tapias,
El agua abrupta se congela, rodando en el canto de la calle,
La nieve se arre cuesta en el borde de la esquina,
Viste de blanco los pinos, y tapona irrevocable
El corazón de las calles.
En la metáfora de la vida, me aferro a la luz
Que cruza en el cielo, como la estela de un aro iris, entonces
Mis cansados ojos retienen el instante de la aurora,
Busco febril, el rastro de los caballos,
El inconfundible olor de la flor de la cayena,
Las huellas de alguien dibujadas en las piedras,
El camino de pasos que bordean la playa solitaria,
Uno y otro infinito que crece en mi búsqueda,
Uno diluvio de manos que tocándose crecen,
En el loco delirio de los pasos que avanzan,
Imperceptibles casi, en el follaje oculto de la bruma
Entre la nieve inclemente que cae,
Están llegando ellos desde siempre,
Como banderas abiertas, cabalgando en la cima impoluta
Nuestra Ítaca de auroras y esperanzas..
Neruda, Borges, Cote Lemus, Lorca, Benedetti,
Cruzando el velo de la nieve
Rompiendo el silencio de las noches sin luz
Entonces el hielo que pisamos,
Y la nieve que perla mi manto, es mi flor infinita de CAYENA.