Se apareció un día de mercado en la plaza vendiendo pomadas, jarabes y yerbas milagrosas que curaban todos los males conocidos; parece que sus remedios surtieron efecto en muchos casos porque su fama aumentó y los miércoles y domingos, que son los días de mercado en mi pueblo, la gente esperaba que apareciera para comprar sus pócimas y mejunjes milagrosos, algunas damas le pidieron que consiguiera una casa y estableciera un consultorio para sus dolencias.
Mi primo era el médico de la población, pero el curandero, o tegua que era llamado en épocas remotas, les hizo caso a las distinguidas damas, que muy amablemente le ayudaron a instalarse en una pequeña vivienda en las afueras del pueblo. Y mi primo prácticamente se quedó sin pacientes. Solo lo buscaban los heridos en las riñas de borrachos o fracturados, porque el brujo no podía ver sangre, tampoco atendía partos ni ataques cardiacos, mejor dicho, curaba todo menos lo que verdaderamente requería de atención médica.
A pesar de todo su clientela crecía, en especial mujeres, y venían de otros municipios donde el “maestro” y casi ninguna tenía dolencias físicas, todas eran de esas personas que llaman hipocondríacas y el mago las curaba con bálsamos y rezos para cada ocasión. Con sus bebedizos y yerbas dicen que curó muchos males y las mujeres acudían cada vez en mayor número. De pronto a una se le metió en la cabeza que tenía cáncer y el Maestro, como ahora se hacía llamar, la sometió a tratamiento a base de masajes por todo el cuerpo. Pero por razones naturales masaje va, sobijo viene eso terminó en relaciones íntimas y por arte milagrosa la paciente se curó.
Más tardó en regar el cuento la muchacha, que aprovecharse el brujo para decir que su semen curaba el cáncer… y, ahí si que le llovieron enfermas con la fatal enfermedad, a que las curara a punta de pene milagroso. Todo acabó como debía terminar, cuando unos meses después comenzaron a llegarle al consultorio mujeres de todas las edades fértiles con síntomas de embarazo. Claro que el hombre no se inmutó, les dijo que eran los indicios de curación y una noche desapareció y jamás se supo de su paradero.
Dicen los chismosos que nunca faltan que las jijas cuando crezcan también van a curar el cáncer de los varones a punta de vagina, esperemos a ver que les depara el futuro.
Edgar Tarazona Angel