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Tengo tantos años, ya no me preocupa la edad o lo que es lo mismo, me hallo a más de la mitad del camino de mi vida. El día en que reparé en esto frente a un espejo sentí pánico, pero al cabo de unas semanas, al reconciliarme con el hecho de que “la vida es un viaje con destino final”, como observó el poeta Carl Sandburg, recobré la serenidad.

En su momento la muerte de mi padre, hizo que pusiera freno a ciertas situaciones internas de conflicto en mi manera de ser, que yo, ciegamente creía tenía la razón. Luego, comprendí que nada causa más estrés que tratar de ser una persona distinta de la que se es, así se torne difícil se debe ser ante los demás congénita con sus defectos, logros y valores, en sí, esa es la esencia espiritual que se debe cultivar como riqueza en la vida

 

EL ESPEJO NO MIENTE

 

Actualmente me siento tranquilo, realizado en mis múltiples y cambiantes manifestaciones de vida. No me identifico ingenuamente con las riquezas y comodidades materiales, nunca serán prioridad para que se cumpla el Plan Divino, o sea, el glorioso proceso de la evolución cósmica, donde hoy por hoy prima el adelanto físico de la tecnología. Para mi entender la riqueza y comodidad espiritual no puede fluctuar ni un momento para dar la batalla y derrotar “el egoísmo”, ese túnel negro y misterioso que todos llevamos dentro. Dice un adagio “Has el bien sin mirar a quién” Esta proposición seria en este momento mi penitencia para buscar el punto de equilibrio “causa y efecto” a mi ego existencial.

Ahora que mi madre se ha ido, más allá de la tristeza oculta en mi corazón, su fallecimiento me produce una sensación de vacío. Siento que detrás de mi sonrisa, literalmente su partida hace que decline mi ánimo, poco a poco. Tengo la piel cansada de la tarde y bronca conmigo mismo ante esta dolorosa realidad de impotencia que estoy viviendo. Pero, la vida continua, no debo desfallecer, seré bizarro en este proceso de duelo y paciente a las consecuencias circunstanciales de sentimientos encontrados, por mi luto familiar que me rodea. Algún día resurgiré como un ave fénix del dolor crucial de su partida. Comenzaré una nueva vida con hidalguía y tesón en su memoria.

En estos momentos de intenso sufrimiento la imaginación es quizá tal vez, poderosa semilla para sacar de dentro lo que tengo arrinconado del mundo sutil de mis vivencias… ¡mamá, aún no te has marchado del planeta tierra! ¡siento que está presente en todos mis momentos, y eso me llena de felicidad! Además, a veces percibo tu energía psíquica rondar cerca de mí…y, aunque me tilden de loco, creo… no, no creo, estoy seguro, que Dios, al sentirse solo te llevó a su diestra, para que le hicieras compañía en su corte celestial… ¡besos mamita! allá en el ultramundo nos volveremos a encontrar.

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