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Tarde. Lluvia. Vodka. Heroína. Mis ojos están de paseo por el universo, pero no por las nubes, ni por los parques o en jardines o en los bares de Palm Beach o las playas de Careyes, fueron a visitar el mundo de los sin techo, los que por razón de la suerte y no del destino probaron y se quedaron, probaron el sabor de la demencia y la locura, se dejaron seducir de su majestad la decadencia.

Desperté y estaba en el baño, el frío que penetraba mis huesos era apaciguado por el infierno que vivía desde que me ella me había abandonado por estar con el baterista de una banda de garaje. Me bañe la cara y al pasar las manos por ella sentí que algo no estaba bien, no reconocí mi protuberante nariz ni los chichones que me quedaron en la frente de tantos golpes que me había dado contra la pared a los 6 años. Me mire al espejo y no era yo, cerré los ojos una y otra vez, esto ya me había pasado pero en medio de alucinaciones, cara de ratón, elefante o tortuga, pero la cara de otro ser humano completamente diferente, nunca, ni en las más largas y ásperas faenas de heroína, pepas o ácidos.

Pedí un cigarrillo en la tienda de la esquina y Doña Mercedes no me reconoció, lo se porque me saludó con buen tono, no con cara de ver a un bollo de estiércol como lo hacía cuando veía mi antiguo rostro. Me senté en la banca del parque y una chica que iba pasando me miró y sonrió, tenía los ojos azules y facciones de portada de revista, con mi cara de antes nunca, jamás, esa chica me habría sonreído, no porque fuera extremadamente feo o desagradable sino porque no inspiraba precisamente pensamientos positivos en la gente, al contrario, había algo oscuro en mi expresión y mucho más en mi mirada. Se sentó a mi lado y esperando que yo le hablará se quedó mirando al frente, jugando con su pelo crespo me preguntó si tenía un cigarro, no tenía, puta vida, como me vendría de bien una sacudida más con una diosa como ésta, le dije que me esperará mientras iba a la tienda a comprar, volví y me estaba esperando en la misma posición en la que la había visto la última vez, cuando iba caminando hacia ella, me fije muy bien si no me estaba equivocando, no, era bella muy bella, dejémonos de huevonadas estaba muy buena, mucho más buena que la que me había roto por dentro. Te he visto en algún lado, te conozco de antes, estoy segura, segurísima, no lo se, tal vez, en la vida uno va conociendo mucha gente, viendo muchas caras, tienes razón, pero estoy segura que te conozco, en fin, me llamo Laura, y tú, pensé en un nombre y el primero que se me vino a la cabeza fue el de mi mejor amigo que había muerto recientemente, Bernardo, no vives por acá verdad porque estoy segura de haberte visto antes, pero no por acá, no por este barrio, oye Bernardo te gusta la marihuana, no mucho, pero todo depende de la compañía, crees que sería una buena compañía para un porro, vamos a mi casa en este barrio hay muchos lenguas largas y no quiero que mi mamá se entere, mi mamá no está, llega tarde del trabajo, tenemos mi apartamento para los dos solos, ok, vamos, hoy no fui al colegio estoy aburrida, además hay un profesor que se la pasa mirándome todo el tiempo y eso me tiene cabreada, si me lo encuentro algún día trabada, le coqueteo y cuando me la oportunidad le arranco las pelotas. Sus ojos se llenaron de ira y por un momento le tuve miedo, ¿es eso lo que quería hacer conmigo, arrancarme las pelotas?, bahhh, ni modo, esperar, no tenía nada que perder y mucho que ganar. Nos fumamos un porro en un su cama repleta de ositos cariñositos, ponte el uniforme del colegio, al menos la falda, por favor, te gusta como me queda, las monjas me regañan porque dicen que es muy corta, perfecta. Pasamos 4 horas revolcándonos como animales sobre la sabana estampada de Fresita montada sobre un avión, en un momento sentí que Hello Kitty me estaba besando el orto, estábamos sobre su cama y Leonardo Di Caprio no nos quitaba los ojos de encima, sólo esperaba que ella sacará un cuchillo de debajo de la almohada y me arrancara las bolas, la verdad nada tenia importancia, había poseído ese hermoso y sublime cuerpo, y estoy seguro que mis bolas tampoco tendrían reparo alguno, ya habían tocado el cielo con Fresita como testigo. No me gusta tu nueva cara, igual te reconocí por tu mirada, áspera y sin miedo, llévame a viajar por el universo, por el bajo universo, por la oscuridad, quiero ser tu compañera de viaje, quiero que seas mi Dr. Feelgood. Amén.

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