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‌Y me dijo. 

‌“Muchacho”. 

‌con ese acento tan peculiar y distintivo de las personas de afuera.

“la iglesia inmaculada.”  

estee..

mi pueblo, es muy pequeño, tanto, que la única iglesia que hay, es la Inmaculada. Yo la conozco como:

 “las piedras” 

  mi familia también. 

¡Es más!.

 Podría decir con cierta seguridad que todos en el pueblo o, la mayoría, entienden que es “las piedras.” No diría lo mismo de: “la Inmaculada”

Las historias allí contadas volverían loco a cualesquiera,O mejor digo a cualquiera.

 ¡De verdad!. 

  nada más mire a don Honorio, que en su propio velorio, con algodones en las narices y oídos, se alzó gritando a su mujer con un resentimiento de muerte.

 “¡Carmen, vieja maldita, de verdad te lo creíste!” 

y la gente corrió como alma endemoniada. (Dibujando la ya conocida persignacion).

¡Hubiera visto!.

 Imagínese.

 Escalofriante.

 ¡ No! 

 Doña matilde Orellana. “Que en paz nos baile”

  cría Gatos blancos y, gatos negros. negros con manchas blancas y, blancos con manchas negras, para alimentar a sus ratas. Y casi nunca falta a misa. ¡Valgame Dios! 

“Es muy creyente.”

-- “¡Son una plaga del infierno!.” --

--¿quien?--

-- Los Gatos. -- 

afirma ella con fuerte voz. 

 me pregunto.

 ¿Y las ratas?

  para completar una de t@nt$. la señora Berenice,

hermosa y católica. A las dos de la tarde nadie queda en: “las piedras.” Todos en el pueblo dejan sus funciones y descansan o, platican por un rato en medio de: un tinto, un trago, un jugo o, nada de n~da. Ella. La señora Berenice llega a las piedras y, ora frente al confesionario,

 ¡justo en esa hora!

 dos de la tarde. Donde el tiempo se detiene para muchos.

 Un martes que doña Concepción, mi madre,(persignacion). en su afán por alcanzar el cielo me dice: 

«después de la escuela vas donde el padre Agustín, necesita ayuda para el bazar». 

Madre, hoy no puee€#

¡Sí puedes, ya dije!

 Con estas palabras se retiró a la cocina, su lugar sagrado.

 «Un hogar democrático.epa» 

cómo muchos otros me imagino. esa tarde de martes caloreaba que ¡jummm! y llegue a la iglesia enojado, por orden del general "concepción". Y me senté allí, en la silla café frente al confesionario. Todo era silencio en aquel lugar “santo”. Imágenes, luces tenues, lámparas de cristal, más imágenes sin vida. frias. Observó en silencio el lugar, la temperatura allí era diferente. Fresca, con olor a incienso y parafina. Escucho en el pasillo el sonido de unos tacones finos que se acercan, un caminar delicioso y fino, de una mujer pura, perfecta.«en sentido figurado». Era ella, Berenice. El espaldar amplio de las silla no permitió que me viera. El sonido de sus pisadas daba vida a aquél lugar, tac, tac,tac, eran las pisadas de un ángel caminando por el templo. descargo su bolso de cuero en el piso color marrón, y se arrodilló frente el confesionario. Y con un movimiento limpió el blusón naranja cae de su cuerpo al suelo Santo. ( Estaba desnuda). Tomo posición de nuevo y oró sus plegarias Sin percatarse de mí presencia. En realidad casi nadie la nota, Nunca. En ese momento quede petrificado. Hermosa, Hermosa, creo que en ese mismo instante pude entender la magnitud y la fuerza de esa palabra: «hermosa». fueron las frases que golpeaban mi ment3 hasta la sensación de malestar. 

¿Así se manifiesta el amor? 

Es algo extraño. Cómo el cuerpo cambia de un estado a otro en cuestión de un chasquido. Era incontrolable La sensación. Vomité. ella me miró, en un movimiento tranquilo, con esa mirada gitana, penetrante y poderosa que puede atraparte y, Nunca jamás ser tú mismo. Se acercó de manera pausada y dijo: “límpiate, es mi culpa” la luz tenue acaricia sus hombros y parte de sus pechos. Coloco el pañuelo en mi mano y acarició mi rostro de una manera indescriptible. La tibieza de sus dedos, el contorno de sus manos, y el color de su piel. 

¡Ho si!

« Esta es la casa de Dios». 

Tomó el blusón con la mano derecha, lo colocó delante de mí, mirando mis ojos, y salió del lugar con una elegancia única. Tac,tac,tac. Aún hoy 27 años después, no he olvidado aquel momento tan fascinante y tan extraño a la vez. 

Su cabello desordenado brillaba con el sol, los lentes oscuros cubrían la mayor parte de su rostro, estaba en una posición neutra y casi perpleja. Y dijo.

 ¿Y como llego?--

-- lo siento, dos cuadras adelante y dobla media a la izquierda. Se retiró sin expresión alguna, solo pronunció: 

-- ok -- con ese acento tan peculiar y distintivo de la

s personas de afuera.

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