Sentada en el sofá, esperaba la hora en la que llenaría el estomago, mientras, sus ojos se perdían en la pantalla del televisor, viviendo historias que no eran la suya.
- Marta, a cenar- la voz provenía de la cocina.
-Voy mama- respondió sin ánimo.
La mesa familiar mostraba a cada uno de sus miembros las sabrosas patatas fritas con huevos que iban a engullir.
-¿Has encontrado trabajo?- el eterno interrogante.
-De momento nada, me enteré que Juan, ¿Te acuerdas de él?, fue mi compañero de clase cuando iba al colegio, bueno, Juan ha abierto una tienda de muebles, me acerqué por allí con pocas esperanzas, la verdad, a ver si necesitaba ayuda, pero nada, de todas formas me dijo que si más adelante la necesitaba me llamaría- explicó Manuel.
-Deberíamos vivir en una ciudad, supongo que habrá más posibilidades que en este pueblo, tú sigue intentándolo hijo.
-Que remedio.
-No sé si veremos la luz, fíjate en tu padre, tan sólo tiene 52 años, ha trabajado toda su vida y ahora le niegan su derecho a trabajar, sus manos reflejan su esfuerzo y todavía está fuerte y lo más importante, su salud es buena ¿Quién dice que sea viejo para ganarse la vida?.
José escuchaba las palabras de su mujer, las fue tragando junto con las patatas, al mismo tiempo no podía evitar que sus recuerdos de juventud asaltaran su memoria y se encontrara con aquel chaval idealista y soñador que había sido, hoy se siente vacío y frustrado, decepcionado con su vida.
-Todo cambiará, cuando escriba mi primera novela y la publiquen, tendremos dinero, sé que voy a conseguir ser buena escritora, que mis libros se van a vender, no te preocupes mama, ese día tiene que llegar.
-Marta te voy a dar un consejo: no sueñes, es un tiempo inútil que puedes dedicar a estudiar, es lo que debes hacer y además es tu obligación, no repitas la historia de tus padres.
-Papa, ¿Otra vez con eso?- le interrumpió Manuel
-Y si hace falta mil veces, apenas fuimos dos años al colegio y a trabajar, sé que era otra época, que la guerra había desolado a un país y el hambre desoló a muchas familias; estudia Marta y deja de soñar.
Marta asintió con un leve movimiento de cabeza a las palabras de su padre.
En lo que quedó de cena no se pronunció vocablo alguno, únicamente el rumor al masticar quebraba aquel silencio, al término de la última patata, vieron una película para distraer al pensamiento de las preocupaciones, aunque el mutismo seguía acompañándolos.
En la habitación matrimonial María partió el sonido de la nada.
-Has sido algo duro con la niña, está muy ilusionada con escribir.
-¿Y para que darle ilusiones? Cuanto antes asimile la realidad mejor para ella, además siempre que la veo está tumbada en el sofá, con las rodillas flexionadas para apoyar su libreta, el bolígrafo perennemente en la mano sin escribir nada, así pasa horas, mira el papel cuadriculado y su mirada se pierde en él.
-Todavía no sabe sobre que escribir, ya le llegará la inspiración o lo que sea- hizo una pausa, lo miraba fijamente- creo que se parece mucho a ti, aun recuerdo como eras y sois los únicos en esta casa que leéis.
-Bueno, bueno, María, ya es tarde, mejor vamos a dormir, buenas noches- le dio un beso fugaz en los labios y se dio media vuelta.
-Buenas noches- se despidió desganadamente y al igual que José dio media vuelta.
Traspasando los ladrillos de la pared , Marta intentaba imaginar como sería su esperado libro, su fantasía la llevaba a ruedas de prensa donde promocionaba, lo que era un éxito asegurado, en la ficción que había creado, la pregunta de una periodista sobre el argumento de la novela, cerró de golpe la persiana de aquella ventana, haciendo desaparecer aquel espejismo y retornándola a su habitación “ el argumento, es lo que necesito, cada vez que pienso en alguno ya está escrito o hay alguna película, tengo que encontrar algún tema original”; el sueño, el eterno vencedor de la conciencia la llevó a interminables viajes, paisajes que nunca ha visto y que se repiten siempre, clic, el insoportable sonido del despertador la devolvió al planeta donde habita; su padre, como todos los días salía en busca de faena, Manuel no se levantó, no tenía ganas de salir a la calle buscando algo que difícilmente iba a encontrar, su madre se dedicaría a las tareas del hogar, los martes no iba a trabajar a casa de Doña Paquita, Marta tomó un café y media tostada, tuvo que darse prisa para no perder el autobús que la llevaría a la ciudad donde estudiaba Magisterio.
En la estación de autobuses ya estaba Nuria.
-Nuria, ¿Cómo acabó lo de ayer?- sus ojos se abrieron hasta lo más alto.
-Nada chica, ya sabes la suerte que tengo, quedé con Rafa, apareció, menos mal, estaba muy nerviosa, no tenía ni idea de que quería hablar conmigo, pero sospechaba algo- la pausa fue eterna.
-Sigue, cuéntame.
-Nada, fuimos al bar de Fernando, pedimos un par de cervezas y por fin empezó a hablar, mejor dicho a preguntar, nada más y nada menos...
-¡Al grano!.